martes, 1 de marzo de 2022

Albert Einstein - Mª Ángela del Castillo Alarcos

Albert Einstein: el genio de la cuarta dimensión.







Albert Einstein es un personaje en la historia de la humanidad que dejó su impronta en la ciencia contemporánea.  Mucho se ha escrito sobre su vida y andadura científica. Walter Isaacson es un periodista y biógrafo estadounidense del que puede decirse que es el biógrafo más acertado en escribir sobre la vida de Einstein, porque escribió bajo un prisma medio entre la ciencia, la innovación y el saber popular. Isaacson, con gran rigor científico, la reconstruyó paso a paso, descifrando minuciosamente información obtenida de la colección de los documentos sobre Einstein, con más de 1500 cartas privadas, para sustentar su narrativa biográfica en el libro denominado, “Einstein, su vida y su universo”. Las muchas cartas escritas por el físico de su puño y letra y las muchas recibidas, han servido y todavía sirven para descifrar una biografía llena de episodios fascinantes, sobre este inminente científico del que podría decirse, pieza única en la humanidad.

Desde estas líneas escritas por mí, intentaré aclarar aspectos de la vida y de su ciencia apoyándome en hechos contrastados plausibles de veracidad.

Albert Einstein alemán de origen judío, nacido en Ulm en 1879 un 14 de marzo en el seno de una familia judía, fue y seguramente es y será, el científico más popular del mundo por su revolución en la ciencia, por la “Teoría de la Relatividad”. Pero vivió en una época en que la ciencia todavía no despertaba a las conclusiones de iconoclastas, por tanto, sumido en constantes discusiones, vivió una época de escepticismos e interrogantes, que no dieron fiabilidad a sus teorías hasta mucho después, de ahí que los académicos suecos en 1921, le dieran el Nobel de Física por la ley del efecto fotoeléctrico y no por su fórmula de la relatividad. Y aun así una verdadera explicación completa del efecto fotoeléctrico solamente pudo elaborarse muchos años después.

Einstein llegó a vivir los inicios de la revolución de los medios de comunicación en la radio, en el cine, en la televisión… lo que le significó una gran fama, que le dio a conocer mundialmente haciendo de él, un personaje público. El científico jamás se negó a esa fama y publicidad, y a titulares de prensa que le llevaron a que la gente le pidiera incluso autógrafos. Paralelo a su fama discurrió la industria de la cultura y él no dejó de ser un punto de mira, que en parte le beneficiaría. Incluso su atuendo de trajes amplios y pelo desaliñado, le proporcionó una marca distinguible, que le enmarcaba como un científico ensimismado en su trabajo y poco preocupado de su aseo personal. De fama es, que decidió no llevar calcetines, por la molestia que estos le ocasionaban al agujerearse, debido a los dedos gordos de sus pies, o la felicidad que le daba montar en bicicleta, o fumar su humeante pipa que le tachaba de fumador empedernido envuelto siempre, en una enorme nube de humo. Se jactaba de comer muchos carbohidratos, dormir 10 horas diarias y caminar mucho, hasta 5 kilómetros caminaba yendo y viniendo desde su casa a la Universidad de Princeton porque decía, que había muchas evidencias de que los espaguetis, dormir y caminar mejoraban la memoria, la creatividad y la solución de problemas. Todas estas características, llegaron a definir al estereotipo del hombre de ciencia. Al igual que su comportamiento a veces irreverente, rompiendo muchísimas veces las reglas establecidas y, sobre todo, por ir a contracorriente. Son conocidas las veces que rechazó dar importantes conferencias en universidades de prestigio, como por ejemplo en Harvard o sacarle la lengua a un fotógrafo, rompiendo la tradición de las típicas y solemnes fotografías de personajes ilustres. Se consideraba sobre todo demócrata y en su libro “Mis ideas y opiniones”, apostilló que se respetara a cada hombre como individuo, y que no se convirtiera a ninguno de ellos en ídolo, y en cuanto al dinero consideraba, que solo apelaba al egoísmo e invitaba irresistiblemente al abuso.

Pero la realidad es que Einstein, con sus extravagancias, sus experimentos mentales y situaciones hipotéticas recreadas con gran agudeza y esfuerzo de imaginación, casi imposibles de reproducir, se convirtió en un icono de la física teórica, explicando la complejidad de sus teorías tan cuestionadas por otros físicos experimentales. Einstein fue tan refutado y discutido, que incluso en los albores de su muerte, él se planteó rechazar algunas de sus hipótesis para ser recordado con más seriedad. Einstein fue un científico que se salió de los cánones establecidos en la ciencia, en propio beneficio o no, su popularidad sirvió como influencia para causas como el sionismo o el pacifismo, admitiendo cambios en sus propias creencias. Era hombre pragmático, pero a pesar de su rotundo rechazo al belicismo, llegó a firmar la carta en la que se alertaba al gobierno de los Estados Unidos, de desarrollar la bomba atómica, como avance a la que pudieran construir los científicos alemanes, y como arma para conseguir las democracias. La bomba atómica es un dispositivo que obtiene una gran cantidad de energía explosiva por medio de reacciones nucleares, su funcionamiento se basa en una reacción nuclear en cadena sostenida, produciendo una enorme nube con forma de hongo cuando se detona a poca altitud sobre la corteza terrestre. Mucho sentiría Einstein haber sido artífice y responsable del proyecto Manhattan, cuando los americanos lanzaron en Japón durante la Segunda Guerra Mundial, esa terrible bomba en Hiroshima y Nagasaki un 6 y un 9 de agosto de 1945, provocando una catástrofe de magnitud incalculable. El físico escribiría siete años después, en una revista japonesa llamada “Kaizo”, que el principal motivo de alertar a los americanos, fue su miedo a que fueran los alemanes quienes se adelantaran a la fabricación de la bomba. “Cometí un gran error en mi vida”, se lamentó Albert Einstein pocos meses antes de morir.

Comenzando con su época infantil, en el último cuarto del siglo XIX, cuando Albert apenas contaba tres años sus padres, Hermann un comerciante de novedades electrotécnicas de su época y Pauline un ama de casa, pensaron que su hijo sufría un retraso intelectual anormal, pues apenas hasta entonces balbuceaba palabras y no habló con fluidez hasta los 9 años. Era reservado, vergonzoso e introvertido, no le gustaba juntarse con sus compañeros de clase y al principio no fue un brillante alumno, e increíblemente cierto, sus profesores llegaron a decir de él, que no llegaría a nada en la vida. Pero hay que tener en cuenta que entonces el sistema escolar se fundamentaba en la memorización y la autoridad de los profesores, y todo alumno que pudiera crear tensiones por tener ideas contrarias y manifestarlas, se convertía en un alumno no deseado. Albert nunca disfrutó estudiando humanidades, pese a que en aquella época eran las asignaturas primordiales por excelencia. Le costaba memorizar, por eso decían de él que tenía “memoria de colador”, aunque él llegó a decir cuando una vez en una entrevista se lo recordaron: “Para que memorizar si se puede consultar”. Tenía faltas ortográficas y le costaba leer, fue por ese extraño comportamiento en la escritura y en la lectura, que llegó a decirse que pudiera padecer dislexia, aunque esta conjetura parte de la actualidad dado que, en esa época esta anomalía no se contemplaba. Pero en las asignaturas de ciencias, Einstein si fue brillante, desbancando las primeras hipótesis de los biógrafos que lo tildaban de nefasto. La matemática como tal no constaba como asignatura, pero si en otras ramas de la ciencia la tenían en cuenta, ahí es donde Einstein destacó y mucho. Se dice, que el interés por la ciencia se le despertó siendo muy pequeño, cuando su padre le enseñó una sencilla brújula de bolsillo que le fascinó enormemente. Pero el mismo Einstein confesó que gracias a su tío Jakob que le introdujo en el álgebra, y a otro de sus tíos que le incentivó en su adolescencia proporcionándole libros de ciencia, fue que llegó a interesarse por ella.

Los padres de Einstein, tras una mala administración en los negocios, se encontraron con dificultades financieras y tuvieron que mudarse a Pavía en Italia, cerca de Milán. Einstein estudiaría en una escuela de habla alemana, y en 1899 toda la familia se mudó a Suiza donde estudió en la Escuela Cantonal. Albert solo tuvo una hermana y esta era menor que él nacida en 1881, llamada Maja que traducido significa María, tuvieron siempre un vínculo muy estrecho, incluso ella en febrero de 1939 emigró junto a su hermano a Estados Unidos y vivieron en la misma ciudad. Cuando Maja enfermó tras un ataque cerebral en 1946 y quedó postrada en cama al contraer arteriosclerosis, él con su compañía la arropó en su convalecencia, y dijo sobre su hermana: “En sus últimos años le he leído todas las noches, los mejores libros de literatura antigua y nueva”. Maja falleció el 25 de junio de 1951, cuatro años antes que su hermano.

Cuando la familia se asentó en Aarau Suiza, Albert comenzó sus estudios secundarios y el cambió fue notorio, ya que allí se estudiaba francés, y él no estaba preparado en ese idioma, de ahí que necesitara realizar dos veces los exámenes de accesos al Instituto Politécnico Federal de Zurich, pero en toda su etapa escolar no dejó, incluso por aquel entonces, de ser brillante.

Entre sus habilidades estuvo la de tocar el violín, influido por su madre que poseía buenas dotes para la música, y era pianista. Con apenas siete años Einstein, ya tocaba el violín a pesar de no saber contar casi las notas musicales, también tocaba el piano, pero el violín fue su mayor compañía de por vida, tuvo varios violines y a todos les llamó con el apodo afectivo de “lina”. Sus compositores preferidos fueron Mozart, Bach, Schubert, Vivaldi, Corelli y Scarlatti, dejando fuera de sus preferencias al afamado Beethoven, por considerarlo demasiado dramático. De las muchas frases escritas por Einstein, la referente a la música daba a conocer el placer que esta le proporcionaba: “Siempre pienso en música y la música llena mis sueños de día. Puedo ver mi vida en términos de música y de ella saco gran parte de mi alegría”.

Además de la música, una de sus mayores pasiones fue la navegación, hasta el extremo de que pasaba cientos de horas surcando las aguas en solitario, a bordo de los diferentes barcos que tuvo a lo largo de su vida.  A los 18 años aprendió a navegar descubriendo su afición a la vela. Su barco más querido fue el llamado “Tümmler” un precioso velero de siete metros de eslora construido en los astilleros Berkhoiz de Gärsch con los planos del arquitecto naval Adolf Harms, de este barco Einstein decía: “Podía dar veinte metros cuadrados de velas al viento, y acercarme a la costa hasta lugares donde solo había cuarenta centímetros de agua de profundidad, gracias a su quilla abatible”. Además, este velero iba equipado con un motor de dos cilindros que, según él, sonaba como una máquina de coser. Este barco fue un regalo de sus amigos al cumplir los cincuenta años, pero solo pudo disfrutarlo cuatro años, hasta que los nazis se lo confiscaron por su condición de judío, llegó a decir que su barco fue de los objetos más preciados que tuvo que dejar en Alemania. En Estados Unidos se compró un velero de casi cinco metros, al que le puso el nombre hebreo de “Tineff”. Este y otros barcos proporcionaron muchas anécdotas en sus singladuras marineras, donde personajes como Madame Curie fueron sus pasajeros. A ella la llevó a navegar por el lago Leman de Suiza, y a punto de tener un percance Curie confesó que no sabía nadar, pero por increíble que parezca, Einstein tampoco aprendió a nadar nunca, y en más de una ocasión estuvo a punto de morir ahogado, teniendo la suerte de ser auxiliado. Durante toda su vida no dejó de repetir que él practicaba el deporte de la vela, porque era con el que debía hacer menos esfuerzo en comparación con el enorme placer que obtenía. Y anecdótico es, que gracias a su teoría de la relatividad hoy existe para la navegación el GPS, ya que su excepcional trabajo describía como se mueven los objetos y como afectan las fuerzas que actúan sobre ellos, obviamente este invento sucedió años después de su fallecimiento. Unos cuantos físicos y matemáticos lograron establecer los complicados parámetros, para que, con una precisión de metros, se pudieran ubicar en que parte del mundo se encontraban los barcos.


Fig.1 Einstein navegando. Dominio Público.


En 1896 a los 16 años, Einstein obtuvo el título de Bachiller y acto seguido renunció a su ciudadanía alemana para evitar hacer el servicio militar, convirtiéndose así en un apátrida, fue por lo que solicitaría nacionalizarse suizo, para evitar complicaciones. De la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, se graduó en 1900 como diplomado profesor de matemáticas y de física, y en 1901 a sus veintidós años, conseguiría la solicitada ciudadanía suiza. Mucho más tarde a los sesenta y un años en 1940 agregaría a la suiza, la nacionalidad estadounidense.

Cuando Adolf Hitler llegó al poder como canciller en enero de 1933, Einstein ya había dejado Alemania, porque comenzó a ser atacado abiertamente, no tanto así por sus trabajos en la ciencia sino más bien, por su condición judía. El diario nazi “Völkische Beobachter” le atacó escribiendo: "El ejemplo más importante de la peligrosa influencia de los círculos judíos en el estudio de la naturaleza, ha sido proveído por el señor Einstein, con sus matemáticamente toscas teorías que consisten en algo de conocimiento antiguo y unas adiciones arbitrarias". Él se marchó en 1932, para asentarse en Estados Unidos donde trabajaría como profesor en el Institute for Advanced Study de Princeton y ya no regresaría nunca más para vivir en Europa, aunque a partir de ese momento viajó por todo el mundo para dar sus magistrales conferencias.

Continuando con su época de juventud, Einstein nada más acabar sus estudios, no pudo ejercer en la Universidad como era su deseo, por lo que ejerció como tutor en Winterthur, Schaffhausen y Berna. Su compañero y amigo Marcel Grossmann le consiguió su primer empleo fijo en la Oficina Federal de la Propiedad Intelectual de Berna, una oficina de patentes donde trabajaría hasta 1909. Durante ese tiempo Einstein llegó a confesar que, dado que el trabajo no revestía complicación y era sencillo, le daba suficientemente tiempo para pensar y meditar sobre sus teorías.  Antes de conseguir el trabajo de patentes, Einstein en 1901 en Berna, para mantenerse económicamente, decidió fundar una academia con la finalidad de dar clases particulares de matemáticas. Esta se llamó Academia Olimpia y nunca funcionó como tal, y quedó reducida a las reuniones periódicas de tres amigos y ocasionalmente alguno más, para discutir de filosofía y física. Este grupo estaba compuesto por Einstein, Maurice Solovine filósofo rumano y el matemático Conrad Habicht. Este grupo y su interés por estas ciencias, desempeñó un papel muy importante en el desarrollo intelectual de Einstein. A pesar de la breve existencia de la Academia, porque Solovine y Habicht se marcharon de Suiza, el efecto fue duradero, ya que los tres amigos permanecieron en contacto a lo largo de sus vidas.

Ya titulado y siendo todavía muy joven publicó su primer trabajo científico en 1901, el cual trataba sobre la atracción capilar, y en 1902 y 1903 publicó dos interesantes trabajos sobre los fundamentos estadísticos de la termodinámica, corroborando mediante experimentación que la temperatura de un cuerpo se debe a la agitación de sus moléculas. Y en 1905 fue cuando a pesar de ser un joven físico desconocido, publicó su teoría de la relatividad especial, incorporando nuevos conceptos a los fenómenos estudiados con anterioridad por Henri Poincaré y Hendrik Lorentz. De ahí parte con excelencia, escribir la ecuación de la física más conocida a nivel mundial, la equivalencia de la masa con la energía, E=mc2. Ese mismo año, sentaría las bases de la física estadística y de la mecánica cuántica. A él le debemos que asentara las bases de la cosmología y los misterios del átomo, siendo sin duda esos avances y descubrimientos, los que cambiaron la historia de la ciencia en muchos aspectos.

El año 1905 fue crucial para Einstein, el bien llamado “annus mirabilis” o año milagroso, fue cuando consiguió finalizar su doctorado con la tesis titulada “una nueva determinación de las dimensiones moleculares” y escribió cuatro artículos de gran importancia y muy fundamentales sobre la física de pequeña y de gran escala, explicando el movimiento browniano, el efecto fotoeléctrico, el desarrollo de la relatividad especial y la equivalencia de la masa-energía.

En el artículo titulado “un punto de vista heurístico sobre la producción y transformación de luz”, Einstein dio una explicación completa del efecto fotoeléctrico como pilar básico para la mecánica cuántica, dado que se proponía la idea del “quanto”, ahora llamado fotón. El artículo sobre el movimiento browniano titulado “el movimiento requerido por la teoría cinética molecular del calor de pequeñas partículas suspendidas en un líquido estacionario” estaba estrechamente relacionado con el trabajo sobre la teoría molecular, tratándose de mecánica estadística muy elaborada sobre el movimiento térmico de los átomos individuales que forman un fluido. Las explicaciones de Einstein proporcionaron una evidencia experimental sobre la existencia real de los átomos. Antes de este trabajo efectuado por Einstein, los átomos ya se consideraban un concepto útil en física y química. La teoría atómica, la mecánica estadística desarrollada, los radios de los núcleos y la constante de Avogadro, como el número de partículas constituyentes de una sustancia, es decir, átomos o moléculas, todo esto ya era conocido, pero Einstein consiguió descifrar el movimiento atómico, con un método sencillo para contar átomos mirando a través de un microscopio ordinario.

Respecto a la teoría de la relatividad general (1915), presentó la ley de la gravedad, que desbancaba la hasta entonces vigente de Isaac Newton. La gravedad paso de ser una fuerza a distancia a una consecuencia de la curvatura del espacio-tiempo. Eso proporcionó las bases para el estudio de la cosmología y permitieron comprender las características esenciales del Universo. Siendo el principio fundamental de la teoría, el denominado principio de equivalencia.

Sus últimos años de vida, los dedicó con ahínco a trabajar para integrar en una misma teoría las cuatro Fuerzas Fundamentales, pero no lo consiguió, y hoy esta tarea todavía es inconclusa. La idea del Universo de Einstein revelaba que Tiempo, Espacio, Masa, Energía y Luz son una misma cosa, pero mientras los primeros cuatro elementos son elásticos, mutables, impredecibles y caprichosos, lo único que se mantiene constante es la velocidad de la luz. El 29 de mayo de 1919 en la isla de Príncipe en África occidental, el científico Arthur Eddington fue capaz de medir, durante la observación de un eclipse total de Sol, la desviación de la luz de una estrella al pasar cerca del Sol, corroborando una de las predicciones de la relatividad general. Este hecho aumentó en gran medida la fama de Einstein, al ser considerado un paso revolucionario dentro de la física.

Tras el experimento del eclipse hubo un llamamiento científico para darle a Einstein un premio Nobel de Física, recibiendo sesenta y dos nominaciones para su Teoría de la Relatividad, pero nadie en la academia sueca la entendió, incluso muchos la llegaron a juzgar de inútil e imposible de demostrar. Un miembro del jurado Allvar Gullstrand, Nobel de Física en 1911 por sus estudios en la óptica ocular, personaje sin mayores estudios dado que era autodidacta, fue uno de los jurados en contra llegando a decir, que las razones para el rechazo era que su trabajo sobre la Relatividad no era suficientemente útil para la raza humana. Por lo que la teoría la tacharon de dogma de fe, más que de una hipótesis científica. La academia pospuso su decisión casi un año, por lo que el 1921 se quedó sin asignar el premio.

Einstein en realidad ganó el Nobel de Física de 1921 pero lo recibió un año después en diciembre de 1922 y encima, no lo ganó por su Teoría de la Relatividad, si no por sus logros en otros campos y por un descubrimiento más simple, el del Efecto Fotoeléctrico, que consiste en la emisión de electrones por un material al incidir sobre él una radiación electromagnética, como la luz visible o ultravioleta y a veces otros tipos de interacción entre luz y materia. El Efecto Fotoeléctrico fue descubierto y descrito por Heinrich Hertz en 1887, al observar que el arco que salta entre dos electrodos conectados a alta tensión, alcanza mayores distancias cuando se iluminan con luz ultravioleta que, cuando permanece en la oscuridad, pero fue Einstein quien dio la explicación teórica a este descubrimiento con su revolucionario artículo ya comentado “Heurística de la generación y conversión de la luz”. En 1923 Robert Andrews Millikan también recibiría un premio Nobel al demostrar que Einstein tenía razón en sus conclusiones. Einstein no llegó a recibir el premio directamente, él solo lo aceptó, y fue el embajador alemán en Suecia quien lo recogió por él, porque en ese periodo de tiempo, Einstein estaba en Japón, dando conferencias y deslumbrando a los auditorios, a pesar del concepto que él tenía sobre chinos y japoneses, a los que criticó e insultó en más de una ocasión con sus opiniones, al considerarlos una raza demasiado peculiar por sus comportamientos bien diferentes y alejados de la sociedad de hombres europeos. Aunque en su diario de viajes reconocería que la cultura japonesa merecía un especial respeto y alabó la calma del alma japonesa, sus habitantes le parecieron cálidos y con sentido del humor, llegó a compararlos con los italianos, y a él le atraía mucho Italia de la que admiraba su arquitectura y el arte. Japón le produjo una sensación muy especial, que nunca había vivido en ninguna otra parte. Le fascinaron sus templos, viviendas, jardines y la belleza de los paisajes que encontraba unido todo, en armonía con la naturaleza. Aunque Einstein discrepaba entre sus pronunciamientos públicos y lo que luego escribía en sus diarios. Humanitario, tolerante y progresista, todo lo contrario, se expresaba en sus anotaciones llenas de prejuicios, y estereotipos. Si bien cambió de opinión respecto a los japoneses, no lo hizo respecto a los chinos con los que convivió escasos días y su opinión fue demasiado superficial, ya que los siguió calificando de trabajadores, pero obtusos. Aunque de la cultura oriental opinó que las personas eran humildes, todos vivían en armonía y poseían un enraizado autocontrol, bien diferente a los occidentales que los tachó de creerse superiores, insensibles y materialistas.


Fig.2 Foto de la visita de Albert Einstein a la Universidad de Tohoku en 1922. De izquierda a derecha: Kotaro Honda, Albert Einstein, Keiichi Aichi, Sirouta Kusukabe. Dominio Público.

Einstein trabajó como docente en Alemania, Suiza y Estados Unidos, bien como profesor o bien como catedrático. Era un maestro innato al que le gustaba que sus alumnos le hicieran muchas preguntas, pero era desordenado y desorganizado en cuanto a impartir sus clases o conferencias. Cuando explicaba sus experiencias y teorías, le gustaba dar muchos ejemplos, para así hacer más inteligible los conceptos que pudieran parecer confusos. Uno de los ejemplos famoso es: que un ser humano capaz de viajar a una velocidad próxima a la de la luz, podría a su regreso a nuestro planeta Tierra, ser más joven que su hijo. En la teoría de la relatividad, las velocidades no se suman o se restan simplemente, porque hay que tener en cuenta como se mide el tiempo en un sistema de referencia dado. El tiempo no transcurre igual para observadores distintos. En la suposición de que un tren pasa a nuestro lado a 20 kilómetros por hora y que un niño tira una pelota dentro del tren, también a 20 kilómetros por hora en la dirección del movimiento del tren, para el niño la pelota se mueve a 20 kilómetros por hora, pero para nosotros el movimiento del tren y el de la pelota se suman, de modo que la pelota se moverá a la velocidad de 40 kilómetros por hora. Incluso cambiaría si se cruzara con un observador que fuera en otro tren en dirección contraria, por tanto, dependerá del observador particular la variación de la medida de un observador con relación a otro. Así Einstein podía explicar su teoría relatividad, pero aseguraba que esa teoría no funcionaba con la luz. En principio podría suponerse que la luz se propaga o bien a favor o bien en contra del movimiento terrestre, en el primer caso parecería viajar más rápido, sin embargo, la velocidad de la luz nunca varia sea cual sea la naturaleza del movimiento de la fuente que la emite. Para ello, midió cuidadosamente su demostración, la luz medida en el vacío siempre resulta el mismo valor 299.793 kilómetros por segundo, en cualquier circunstancia.

Los famosos Congresos Solvay, promocionados por una empresa química belga cuyo mecenas era Ernest Solvay químico industrial, fueron desde 1911 reuniones cada tres años, de los más grandes y afamados científicos de la época, que permitirían importantes avances en la química y la física. En el quinto congreso entre el 24 y el 29 de octubre de 1927 se juntaron en Bruselas 29 congresistas, a cuál más titán dentro de la ciencia, de los cuales hasta 17 congresistas tenían ya o llegarían a tener el premio Nobel. Entre ellos y con un duelo que quedó marcado para la historia, estaba Albert Einstein y el danés Niels Bohr, que tras un debate que no solo se sucedió en la sala de conferencias del Instituto de Fisiología que los albergaba, sino que trascendió al propio Hotel Metropole donde se alojaban, llegaron a decirse: “Dios no juega a los dados” a lo que Bohr apostilló: “Einstein deja de decirle a Dios lo que debe hacer”. Ambos regresaron sin haberse convencido el uno al otro, y la polémica continuaría, porque Einstein y Bohr mantuvieron su debate de por vida.

Albert tuvo muchos y buenos amigos a lo largo de su existencia, por citar algunos, estaban sus colegas de los encuentros Solvay, que coincidieron en varios y con los que mantuvo buena amistad, Planck, Curie, Poincaré, Schrödinger, Pauli… y entre ellos cabe destacar que conoció y apadrinó a un científico español, el físico canario Blas Cabrera y Felipe, el cual ayudó a validar las teorías cuánticas del magnetismo.


Fig.3 Albert Einstein en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central (Madrid). De izquierda a derecha, de pie: Luis Lozano Rey, José Mª. Plans Freire, José Madrid Moreno, Eduardo Lozano Ponce de León, Ignacio González Martí, Julio Palacios Martínez, Ángel del Campo Cerdán y Honorato de Castro Bonel. Sentados: Miguel Vegas y Puebla Collado, José Rodríguez Carracido (Rector de la Universidad Central), Albert Einstein, Luis Octavio de Toledo Zulueta (Decano de la Facultad de Ciencias) y Blas Cabrera y Felipe (Presidente de la Sociedad Española de Física y Química). Dominio Público.


Michele Besso fue una amistad de juventud que duró toda la vida, coincidieron en 1896 en el Instituto donde ambos estudiaban, y mantuvieron siempre correspondencia cuando no podían estar juntos, tal fue la coincidencia entre Einstein y Besso, que incluso fallecieron en el mismo año. En esa misma época, tras terminar sus estudios, con el filósofo rumano Maurice Solovine y el matemático Conrad Habicht componentes de la Academia Olimpia, guardaría amistad por siempre. Hubo dos amigos con los que trabajó estrechamente, Marcel Grossmann matemático y geómetra y Otto Stern, este último llegó a obtener el Premio Nobel en 1943, ambos colaboraron con Einstein en el desarrollo de la Teoría de la Relatividad, llamando al tiempo matemático “cuarta dimensión”. Otros amigos en su larga lista, fueron el astrónomo del Observatorio de Greenwich Frank Wastson Dyson, el cual comprobó la teoría de la relatividad general acerca del efecto de la gravedad sobre la luz, gracias a sus resultados durante el Eclipse solar de 1919 desde Brasil, y su compañero en expediciones, el también astrónomo inglés, Arthur Stanley Eddington, ya mencionado, y que ayudó a entender la teoría de la relatividad en el mismo eclipse, pero observado desde África. Einstein, hasta que no hubo finalizado la Primera Guerra Mundial, no se conocería con ambos personalmente, porque por aquel entonces Inglaterra consideraba a lo proveniente de Alemania, una ciencia enemiga. Otto Juliusburger era psiquiatra, y también alemán de origen judío como él, puede considerarse uno de sus amigos más íntimos, Otto también consiguió escapar en el último momento a Estados Unidos con su familia, ambos vivieron de cerca la persecución nazi. Einstein en sus muchos viajes por el mundo dando conferencias y con sus magistrales clases como profesor, también conoció personas y personajes ilustres, con los que guardaría siempre una buena relación de amistad, aún en la distancia. Einstein vivió dos guerras mundiales. En 1913, justo antes de la primera, fue elegido miembro de la Academia Prusiana de Ciencias por lo que estableció su residencia en Berlín, allí pasó dieciséis años de su vida, y el emperador Guillermo le invitó a dirigir la sección de Física del Instituto de Física Káiser Wilhelm. Pero en esos años el odio a los judíos alcanzó niveles muy elevados, incluso varios físicos notables como los premios Nobel Johannes Stark y Philipp Lenard intentaron descalificar sus teorías, por ser ellos antisemitas, y todo aquel que enseñaba la teoría de la relatividad de Einstein como lo hiciera Werner Heisemberg, fueron vetados en la docencia. En 1932 antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, se marchó a Estados Unidos, no soportaba el resentimiento y la persecución de esa camarilla nazi contra los judíos, la prueba de que se tocaba fondo no solo fue el holocausto, sino todo lo que le rodeaba como el atentado cultural, quemando miles de libros como espectáculo de su poder. En 1939, antes de la segunda, Einstein en América decidió ejercer su influencia participando en cuestiones políticas que pudieran afectar al mundo. Fue entonces cuando redactó la célebre carta al presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt, para promover el proyecto atómico y evitar que los nazis enemigos de la humanidad lo hicieran antes, pero el uso nefasto que hicieron los americanos de la bomba de neutrones, afectó mucho a Einstein, que en parte se sintió culpable y se arrepintió mucho de su decisión.

Otra faceta de Einstein fue la de inventor, aunque no se dedicó a ello de forma continua, el haber trabajado unos años en la oficina de patentes tuvo sus frutos, y cuando conoció a un joven llamado Leo Szilard graduado en la Universidad de Berlín y especializado en termodinámica, la ciencia que describe el calor, ambos se afanaron por patentar un electrodoméstico, la nevera. En esa época no eran muy comunes y si bien una nevera enfría gracias a usar un fluido refrigerante para absorber el calor de adentro y soltarlo para afuera, en realidad es un fluido que se contrae y se expande, al circular por un circuito de tuberías. En las primeras neveras se usaban gases tóxicos como el dióxido de sulfuro o el amoniaco y los aparatos, estaban compuestos de muchas partes movibles por donde estos gases se escapaban. Einstein y Szilard pensaron en inventar un refrigerador, sin tantas partes movibles que lo hiciera más seguro, para ello idearon una bomba de compresión que sustituía a la parte del ciclo que condensaba y evaporaba el refrigerante. La bomba funcionaba usando un campo electromagnético que movía un metal líquido, el mercurio, el cual funcionaba a modo de pistón para comprimir el gas, aunque esto provocaba mucho ruido y era altamente contaminante aún y así, en 1927 la firma Electrolux les compró la patente por mucho dinero y poco a poco fueron solucionando problemas y mejorando el artilugio que, por ese entonces, no necesitaba electricidad para funcionar. Los laboratorios AEG también utilizaron la patente de Einstein-Szilard, pero cuando llegó la Gran Depresión de 1929, tanto el gobierno como el comercio, sufrieron un gran caos y desestabilidad, que impulsó a la elección del Nacional Sindicalismo de Adolf Hitler, y dio al traste con compañías tan importantes como la AEG, la cual se vio obligada a cerrar sus investigaciones. Einstein y Szilard una vez exiliados de Alemania, no volvieron a retomar la mejora de su invento.

Durante su vida Einstein publicó artículos en revistas, capítulos en libros y libros completos. La mayor parte de su trabajo científico fueron artículos escritos y publicados en revistas, un total de 272 artículos de los cuales muchos de ellos, estuvieron escritos como coautor y escribió libros con repetidas ediciones y traducidos en varios idiomas entre ellos, en 1916 “Mi teoría de la Relatividad Especial y General”, en 1934 “Mi visión del Mundo” y “Ensayo y Ciencia”, en 1950 “Mis últimos años” y en 1954 “Mis ideas y opiniones”. Llevaba con él siempre un diario donde anotaba sus ideas, ocurrencias, pensamientos y escribió sus muchas impresiones en diarios de viajes. Pero además de escribir, Einstein sacaba tiempo para leer y una de sus obras preferidas fue Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, una obra universal de la literatura de caballería, de la que Einstein decía que le servía para relajarse. Otro libro preferido y debido seguramente a su visión filosófica de la vida, fue la “Ética” de Baruch Spinoza escrito en latín, libro que intenta demostrar un sistema filosófico plenamente coherente, y que se esfuerza por ofrecer una imagen objetiva de la realidad, y por comprender el significado de una vida ética. Otro libro filosófico que tuvo gran influencia en Einstein fue el “Tratado de la naturaleza humana” de David Hume donde se trata la teoría del conocimiento, la psicología de los sentimientos y la moral. La novela de Fyodor Dostoyevski, “Los hermanos Karamazov” relacionada con la fe, la duda, el juicio y la razón, con una trama que giraba sobre el parricidio, estaba dentro de sus lecturas preferidas, porque era un drama espiritual de luchas morales. Y finalmente nombrar a Goethe, donde la mayor parte de la biblioteca de Einstein tenía libros suyos, incluso tenía un busto del autor y decía de él, que era uno de los hombres más inteligentes y sabios de todos los tiempos.

Respecto a sus ideas religiosas, no fue hasta 1954 que escribiría abiertamente de ellas en el libro “Albert Einstein: Su lado humano” editado por Helen Dukas y Banesh Hoffman. Manipuladas hasta entonces sus creencias, quiso desmentir: “por supuesto era una mentira lo que se ha leído acerca de mis convicciones religiosas; una mentira que es repetida sistemáticamente. No creo en un Dios personal y no lo he negado nunca, sino que lo he expresado claramente. Si hay algo en mí que pueda ser llamado religioso es la ilimitada admiración por la estructura del mundo, hasta donde nuestra ciencia puede revelarla… No creo en la inmortalidad del individuo, y considero que la ética es de interés exclusivamente humano, sin ninguna autoridad sobrehumana sobre él”.

Einstein paso sus últimas décadas intentando unificar las fuerzas de la naturaleza en una sola teoría, vinculando todas las fuerzas en una sola ecuación maestra, en una sola fórmula todos los conceptos de relatividad y mecánica cuántica, pero fue su sueño incumplido. El hombre que fue capaz con su fórmula de curvar el espacio-tiempo, dejo esta tarea inconclusa y lo es aún a día de hoy. Él llegaría a expresar que después de 50 años de dedicación, no comprendía la naturaleza cuántica de la luz.

Einstein no era partidario de la física cuántica que le generaba dudas de difícil respuesta, dado que afectaban a partículas demasiado pequeñas, en ello Einstein y Bohr mantuvieron sus largos debates. Einstein aseguraba que, si se conocen todas las variables de un sistema, y sin que haya influencias externas, se puede conocer el comportamiento de cualquier partícula, extrapolándolo desde un átomo a todo un planeta. Explicaba este comportamiento en su teoría de realismo local, que implicaba que, si algo cambia en una partícula, es porque algo en su entorno lo ha hecho. Daba el ejemplo de que si una mesa se mueve es porque alguien se ha acercado y la ha tocado. La física cuántica postulaba que esto no ocurría en partículas muy pequeñas, Einstein no estaba de acuerdo, pero Niels Bohr lo defendía porque decía que las partículas son impredecibles, aun cuando se conozcan todas las variables. Posteriormente en 1964 el científico John Bell resolvería la cuestión diseñando un algoritmo para poder demostrar la física cuántica y el fenómeno del entrelazamiento. Para ello sugirió separar dos partículas a miles de kilómetros y comprobar que sus estados eran capaces de influirse pese a la distancia y de forma simultánea. El experimento salió bien, aceptando que las partículas pequeñas pueden ser modificadas, aunque se encuentren separadas por el fenómeno de entrelazado de la física cuántica, sin necesidad de que haya algo en su entorno que las haga mutar.

El 18 de abril de 1955 Einstein fallecía a los 76 años de edad en el hospital de Princeton Medical Center, en el municipio de Plainsboro en Nueva Jersey, de un aneurisma aórtico abdominal del cual años antes en 1948 fue operado, pero esta vez se negó a una segunda operación y expresó “quiero irme cuando quiera. Es de mal gusto prolongar artificialmente la vida. He hecho mi parte, es hora de irse. Yo lo haré con elegancia”. Por expresa decisión del físico, este no fue enterrado, él quiso tener un funeral modesto y eligió ser incinerado y que sus cenizas se esparcieran por un rio cercano, el Delaware, para evitar que hubiera una tumba que pudiera convertirse en un lugar de peregrinación y veneración. Pero sin su consentimiento, su cerebro no se incineró y se conservó para el estudio de la ciencia, este hecho fue controvertido y se hizo público en 1978. La decisión la tomó el patólogo Thomas Harvey tras efectuarle la autopsia, él fue el artífice de tal suceso llegando a deducirse tras un estudio minucioso, que el hemisferio izquierdo del cerebro de Einstein, el cual está relacionado con las matemáticas, era más grande de lo normal, y había una proporción anormal de neuronas y glía, y la cisura de Silvio que es un surco que se localiza en los laterales del cerebro, en el de Einstein, estaba truncada. Al parecer la anatomía era muy extraordinaria ya que la mayoría de las personas tienen tres giros frontales, y el cerebro de Einstein tenía cuatro situados en el lóbulo frontal medio, incluso los lóbulos eran distintos a la normalidad y cabe decir, que se llegó a cuestionar que Einstein naciera así, con esas características cerebrales anómalas, y que estas se llegaron a producir en su cerebro, tras una vida dedicada a ejercitar su mente con pensamientos muy complejos. James Gallagher editor de “Salud” de la BBC comentó: “Para llegar a estas deducciones de separar causa y efecto, sería necesario investigar y comparar con muchos otros cerebros de personajes excepcionales”.

La vida familiar de Einstein paralela a sus descubrimientos, comenzó en plena juventud. Mileva Maric Ruzic fue la primera esposa de Einstein, una matemática servia de familia acomodada y de carácter poco sociable, con una cojera ostensible debido a una artritis congénita. Ambos se conocieron al estudiar en el mismo Instituto y en 1901 mientras ella preparaba el examen de licenciatura y las investigaciones de su tesis doctoral, se quedó embarazada de Albert y esto le supuso la expulsión justo antes de leer su tesis doctoral, porque en esa época el estudio y la maternidad, además ilegítima por soltería, no se contemplaba. Mileva dio a luz en enero de 1902 una hija a la que llamaron “Lieserl” de la que no hay constancia de su paradero, dado que desapareció poco después de su nacimiento, bien porque falleciera de la enfermedad de la escarlatina, bien porque fuera dada en adopción. Un secreto bien guardado sin desvelar. Más tarde, en 1903 ambos se casarían con la oposición de los padres de Einstein, yéndose a vivir a Berna, desde ese momento realizarían conjuntamente las investigaciones hasta el punto de que Mileva escribiría: “Hace poco hemos terminado un trabajo muy importante que hará mundialmente famoso a mi marido” y tiempo después escribiría a su amiga Helene Savic: “Ahora él es el mejor de los físicos y le rinden muchos honores. Con toda esta fama, tiene poco tiempo para su esposa”.


Fig.4 Mileva Maric y Albert Einstein. Dominio Público.


Mileva no solo ayudó en las investigaciones a Einstein, cosa que él mismo admitiría, que sin su ayuda no hubiera llegado a conseguir completar la teoría de la relatividad, sino que también lo hizo con su profesor Philipp Eduard Anton von Lenard, pionero en el estudio del efecto fotoeléctrico. En 1897 Mileva estudió un semestre en Heidelberg (Alemania), y con su profesor trabajaron en el estudio sobre la teoría de números, el cálculo diferencial e integral, las funciones elípticas, la teoría del calor y la electrodinámica, a Lenard en 1905 le fue concedido el Nobel de Física por sus investigaciones sobre los rayos catódicos y el descubrimiento de sus muchas propiedades.

Albert y Mileva tuvieron dos hijos varones, el mayor nació el 1904 y le llamaron Hans Albert y el pequeño nació en 1909 y le llamaron Eduard. El hijo mayor estudió Ingeniería Civil en la Escuela Politécnica Federal de Zurich, se graduó en 1926 y en 1936, obtuvo el título de doctor en Ciencias Técnicas. Hans emigró a instancias de su padre a Estados Unidos en 1938 durante la Segunda Guerra Mundial, pero allí vivieron muy alejados uno de otro, dado que Hans Albert se encontraba en la costa oeste y Einstein en la costa este. En su relación a pesar de que en varias ocasiones tuvieron desafortunados encuentros, Einstein estuvo muy orgulloso del devenir de su primogénito y entre sus palabras aseguraba: "Mi Albert se ha convertido en un hombre capaz e íntegro". Hans Albert desarrolló conocimientos teóricos y métodos prácticos, que ayudaron a sentar las bases para comprender como el agua que fluye en los ríos, transporta los sedimentos, desentrañando con ello su complejidad. Fue muy útil en la construcción de la "poderosa estructura", que mantiene bajo control el imponente río Mississippi. Hans falleció de un infarto a los 69 años en 1973 y en 1988, la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles (ASCE) creó el premio “Hans Albert Einstein Award” para reconocer las contribuciones en ese campo.

Hans Albert trabajó a su llegada a Estados Unidos, en la Estación Experimental Agrícola de Carolina del Sur, y posteriormente en el Departamento de Agricultura. Después se dedicaría por entero a la enseñanza de la ingeniería hidráulica en la Universidad de California, Berkeley. Se dijo de él que: “Poseía la rara combinación de un científico investigador altamente competente, un magnífico ingeniero en ejercicio y un excelente maestro". Se dedicó a asesorar a países en todo el mundo, sobre cómo solucionar problemas críticos de sedimentación. Einstein siendo ya muy mayor, aseguraría que su hijo: “había heredado la característica principal de su propio carácter, la capacidad de elevarse por encima de la mera existencia, dedicándose persistentemente a lo mejor de su capacidad para lograr una meta impersonal”. Como si ambos coincidieran en una misma frontera científica.

Hans contrajo matrimonio en dos ocasiones, el segundo con la bioquímica y neurocientífica Elizabeth Roboz en 1959 tras el fallecimiento de su primera esposa la filóloga Frieda Knecht con quien se casó en 1927, a pesar de tener el desacuerdo de Einstein y de Mileva porque ella era nueve años mayor que él, aunque finalmente fue aceptada, y de esta unión tuvieron tres hijos Bernhard Caesar, Evelyn que era adoptada y no tuvo descendencia, y Klaus Martín que falleció de difteria con apenas cumplidos los 6 años. Bernhard por tanto, fue el único hijo natural de Hans Albert, y tuvo cinco hijos es decir, que Einstein con su único nieto, tuvo cinco bisnietos, Thomas Martín, Paul Michael, Teddy, Myra y Charles Quincy, todos vivos a día de hoy y descendientes directos del eminente físico. Bernhard, el nieto de Einstein fue físico como él y se especializó en tecnología de tubos de electrones, específicamente en tubos de amplificación de luz para la visión nocturna. Y sus hijos, los bisnietos de Einstein son Thomas médico anestesiólogo en California, Paul compositor y violinista en el sur de Francia, Teddy dueño de varios almacenes en los Ángeles, Myra es música y vive en Israel y Charles que vive en Suiza y trabaja en un gran hospital. Todos ellos y a pesar de su consanguinidad con Einstein, por ahora ninguno ha heredado su genialidad. Tal vez sus tataranietos o hasta llegar a una séptima generación, según las leyes de Mendel, nos deparen sus descendientes, alguna genial sorpresa.

Eduard el hijo menor de Einstein a quien llamaban con el apelativo de “Tete”, estudió Medicina, soñaba con ser psiquiatra y estaba muy interesado en las teorías de Sigmund Freud, pero a los apenas cumplidos 20 años se le diagnosticó una grave enfermedad mental, esquizofrenia con brotes psicóticos y ataques violentos. Einstein quedó profundamente afectado llegando a escribir: “la enfermedad ha atacado al más refinado de mis hijos, al que realmente consideraba de mi propia naturaleza, a él precisamente le ha sobrevenido una enfermedad incurable”, pero Einstein dejo Alemania y viajó a América para asentarse para siempre, y a pesar de mantener correspondencia intensa con su hijo, ya nunca volvieron a verse, porque a Eduard no se le permitió emigrar a Estados Unidos por ser un paciente con trastorno mental. Las cartas que se intercambiaron fueron profundas y extensas, una correspondencia entre padre e hijo con un muy alto nivel intelectual, hasta el punto de escribirse profundas reflexiones y duras criticas mutuas por posiciones encontradas. Einstein disfrutaba mucho de las cartas que su hijo le enviaba, no solo por las dotes que tenía este para la escritura, sino por la profundidad de las mismas. Famosa es la frase de Einstein que escribió a su hijo: “la vida es como andar en bicicleta. Para mantener el equilibrio, debes seguir moviéndote”. Pero a pesar de que Einstein no descuidó jamás a su hijo, la lejanía y la enfermedad que este padecía bajo tratamientos aplicando electrochoques, motivo su agravamiento hasta tal punto, que hicieron que Eduard acabara incluso odiando a su padre.

La convivencia con Mileva comenzó a fracasar y Einstein le impuso una dura lista de condiciones para seguir viviendo juntos bajo un mismo techo. A los 39 años Albert el 14 de febrero de 1919, se divorció de Mileva después de dieciséis años de matrimonio y tres hijos en común, Einstein no tuvo más hijos que los de Mileva y apenas unos meses después de su divorcio, el 2 de junio de ese mismo año se casó con su prima Elsa Einstein apellidada Loewenthal, que era el apellido de su primer marido con quien tuvo dos hijas. Con Elsa, aún casado con Mileva, Einstein mantuvo un apasionado romance. Ambos se fueron a Estados Unidos con las hijas de Elsa, formando así una nueva familia. Este segundo matrimonio duró hasta que Elsa falleció en Princeton el 20 de diciembre de 1936. En el divorcio con Mileva, lo que peor llevó Einstein fue separarse de sus hijos, ya que él se quedó en Berlín y Mileva regresó a Suiza. Einstein admitiría haber sido mucho mejor padre que esposo y su hijo mayor Hans reveló que: “Cuando mi madre estaba ocupada en la casa, mi padre dejaba de lado su trabajo y nos cuidaba durante horas, nos balanceaba en sus rodillas, nos contaba historias, y a menudo tocaba el violín en un esfuerzo de mantenernos quietos”. Pero también reconoció que ser hijo del hombre que cambió la percepción del Universo tuvo sus complejidades, Hans decía: “A veces es difícil tener un padre tan importante, porque uno se siente muy insignificante” y cuando le preguntaban que se sentía por ser hijo de un científico tan famoso, respondió: “Habría sido desesperante, si no hubiera aprendido a reírme de la molestia desde mi infancia, pero es un orgullo tener a un ser tan extraordinario”.

Quien realmente lo pasó peor en la separación de Einstein y Mileva, fue Eduard el hijo pequeño, por su frágil salud desde que nació tanto así, que Einstein llegó a decir de su hijo: “El estado de mi pequeño me deprime sobremanera”. Mientras Einstein estuvo en Europa, nunca se olvidó de sus hijos, los visitaba asiduamente, los llevaba de vacaciones y de mayores los llevó con él a Berlín y Hans, le siguió a Estados Unidos, y como a Eduard no le dejaron emigrar, fue entonces Mileva quien le cuidó y eso le llevó a ella, a sufrir graves crisis nerviosas y varias embolias hasta provocarle la muerte en 1948. Eduard al faltar su madre, fue internado en un Centro Psiquiátrico de Zúrich y Einstein contrató a un cuidador especializado para que estuviera pendiente de él, hasta que Eduard tras un accidente cerebrovascular falleció en 1965 a los cincuenta y cinco años, diez años después de que falleciera su padre.

Cuando a Einstein le concedieron el premio Nobel en 1921 entregó la dotación económica a Mileva, dado que constaba una cláusula en el divorcio donde se comprometía a ceder el dinero en caso de serle concedido el premio Nobel, pero no quedó nunca aclarado si esto fue, por los muchos aportes que Mileva le ayudó en sus investigaciones o por utilizar ese dinero para sufragar los gastos del cuidado del hijo enfermo.

Durante los matrimonios Einstein fue probadamente infiel, eran conocidos sus escarceos mujeriegos a pesar de que su incondicional secretaria, Helen Dukas intentaba hacerlos pasar inadvertidos. Llegó a escribirse de ellos que, en sus relaciones amorosas, prefería tener contacto con mujeres poco refinadas. Tuvo también varias amantes, hasta seis conocidas entre sus aventuras, como la joven austriaca Margaret Lebach, la rica viuda judía berlinesa Toni Mendel y Margarite Konenkova una espía soviética. Incluso se vio atraído por su hijastra Lise, hija de Elsa su segunda esposa. Desde muy joven demostró una especial afición a tener compañía femenina, su éxito entre ellas le acompañaba, pero fue a partir de los cuarenta años y tras su fama mundial al convertirse en una estrella mediática, que se dejó llevar y querer por las muchas mujeres que buscaron su compañía. El concepto que él tenía del amor, era una falta de compromiso total, no quiso nunca que los lazos afectivos se interpusieran entre él y la experimentación de la física. Llegaría a decir: “el matrimonio es un intento fracasado de hacer algo duradero de un incidente” o “el matrimonio es la esclavitud con vestimenta cultural” o incluso “seguramente el matrimonio fue inventado por un cerdo antipático”… entonces ¿por qué se casó por segunda vez?, la respuesta es que Einstein necesitaba sentirse cuidado y arropado dentro de una familia, que le proporcionara tranquilidad y paz para desarrollar su trabajo, y con Elsa lo consiguió, ya que ella le cuidó sin condiciones y además aceptó su situación, permitiéndole sus muchos devaneos. Elsa falleció cuando Einstein tenía 57 años, lo que significó quedarse solo casi durante 19 años.

Muchas mujeres llenarían su vida, pero el amor le acompañó en su última andadura de la mano de una bibliotecaria Johanna Fontova, una bella mujer de Praga, 22 años menor que él. Disfrutaron juntos de la compañía mutua y ella fue la conexión con el viejo mundo. Vivian en casas separadas, pero le acompañaba en su tiempo libre, navegaron por el lago Carnegie de Princeton, leyeron juntos a esos autores que a ambos agradaban, Einstein le escribía poemas y le dibujaba pequeñas caricaturas, y de esa relación que a ojos de todos era de pura amistad, Einstein quiso garantizar económicamente el futuro de Johanna cuando él faltara, así que le dejó su “teoría general y uniforme del campo”, para que vendiera esos documentos, cosa que Johanna hizo años después. Ella escribió un su diario donde recogió todas esas vivencias con Einstein, que le llenaron de alegría y ganas de vivir, pero cuando él faltó, Johanna insegura e inestable, amargó su carácter hasta su fallecimiento en 1981.

De Einstein nos queda un legado que aún está y estará vigente por siglos, un legado de discusión y una “cuarta dimensión” por resolver. Una figura inimitable tildado de sabio loco, a quién le llegaban cientos de cartas diarias que él respondía, porque se veía obligado por creerse un imán para todos los locos del mundo. Hombre sencillo, despierto y muy agudo en los hechos políticos, que le alejaban de ese concepto de locura. Espíritu libre y rebelde, hombre de humor hasta sus últimos días, amante de la música durante toda su vida, y cuando en su decrepitud ya no pudo tocar el violín, se pasó al piano donde siguió improvisando notas musicales. Queredor de los suyos, le tocó vivir en una época de prejuicios donde el tan mal llevado hoy en día, machismo y racismo eran entonces valores adheridos a la creencia común de la época, y a pesar de que Einstein era un hombre progresista y tolerante, no fue capaz de ver más allá en su comportamiento social. Quedémonos pues, con que el tiempo no es absoluto, sino que depende del movimiento relativo. El espacio-tiempo es la identidad geométrica de cuatro dimensiones de las que tres son espaciales y una temporal, de acuerdo con la teoría de la relatividad, donde se desarrollan todos los sucesos de nuestro Universo. Un Universo que le perteneció en su entendimiento y lo ofreció al mundo. Un hombre al que le molestaba enormemente el culto a su persona, por eso quiso estar presente, pero tan solo, en nuestros recuerdos.


Así es y así cabe recordar, al genio de los genios.

 

 

Bibliografía:

(1) Isaacson, W. Einstein: El hombre, el genio y la teoría de la relatividad. (Anaya Ediciones).

(2) Isaacson, W. Einstein: Su vida y su Universo. (Debate).

(3) Bodanis, D. E=mc2: La biografía de la ecuación más famosa del mundo. (Amat).

(4) Alcalde, J. y Pang, M. Einstein: El genio de la luz. (Vagueta).

(5) Manso, J. Albert Einstein (Mini Biografías): El gran pensador. (Susaeta).

(6) Retazos de artículos publicados en internet.

 

Mª Ángela del Castillo Alarcos.

Doctora en Geografía.

Directora de la Escuela de Ciencias Cosmofísica.


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