Páginas

Páginas

martes, 1 de marzo de 2022

Agujeros negros - Ana Alonso Serrano

Agujeros negros.







Vamos a hablar de los agujeros negros, esos objetos enigmáticos y misteriosos que llevan captando la atención popular desde hace mucho tiempo. Todos los hemos visto referidos en algún lado, en el cine, libros, arte… Pero, ¿sabemos realmente lo que son? ¿Cuánto sabemos de ellos y cuánto nos falta aún por descubrir? A lo largo de las siguientes páginas, intentaré dar respuesta a estas preguntas (y quizás plantear algunas nuevas) a modo de pequeña introducción a este fascinante mundo. No necesitas ningún conocimiento previo, ¡solo curiosidad!

Vamos allá, empecemos por el principio...

 

¿Qué es un agujero negro? Aproximación histórica.

La primera vez que un agujero negro como tal apareció en la literatura científica, ni siquiera tenía aún ese nombre. Aunque ya se había especulado anteriormente con la idea de estrellas negras en el marco de la gravedad newtoniana, fue la introducción de la teoría de la Relatividad General la que dio lugar, tan solo unos meses más tarde de su publicación, a un artículo de Schwarzschild en el cual exponía una solución particular de las ecuaciones de Einstein (que nos dicen cómo se relaciona la materia con el espacio-tiempo) para el exterior de cualquier distribución esférica de materia. Y aquí es cuando seguramente surge la pregunta, ¿pero aquí dónde se ve un agujero negro? Había dos hechos que llamaban la atención en esa solución, el primero era una divergencia de las ecuaciones en el punto central de radio cero (vamos, que algunas cantidades en las ecuaciones se hacen infinitas), una singularidad. El segundo, una divergencia aparente en un radio igual a dos veces la masa (en unidades naturales). Esta divergencia resultó ser un artificio de las coordenadas (el sistema de referencia que escogemos), que se solucionaba mediante un cambio de coordenadas (es decir, tomando otro sistema de referencia). Este cambio permitió entonces extender la solución al interior de la distribución de materia, dando a ese radio la consideración de horizonte, el que más adelante se conoció como horizonte de eventos. Aún tuvo que pasar bastante tiempo para que esta solución se entendiese como el agujero negro de Schwarzschild, y no solo eso, sino que se considerase como un objeto real que puede encontrarse en el universo.

El estudio del límite de masa de estabilidad de las estrellas de tipo enana blanca por Chandrasekar y el análisis del colapso de materia por su propia gravedad de Oppenheimer, fueron dando forma a esta idea de agujeros negros. En cualquier caso, hubo que esperar a los años 60 para ver resurgir estas ideas, cuando Wheeler acuñó el nombre de agujero negro y la observación de estrellas de neutrones por Jocelyn Bell revivió el interés por los objetos masivos y les confirió una realidad física. Así empezó la edad de oro de los agujeros negros.

Una vez llegados a este punto, cabe preguntarse, ¿qué es entonces un agujero negro? Se podría decir que es una región del espaciotiempo (del universo) con una gravedad tan fuerte que ni siquiera la luz puede escapar, y de esta manera, queda escondida y no puede comunicarse con el exterior. ¡De ahí su nombre1!

El hecho de que estén completamente ocultos a nosotros, observadores externos, ha hecho que hayamos tardado más de 100 años en pasar de su descubrimiento teórico a poder observarlos. ¡Veamos cómo!

 

Estructura de los agujeros negros.

Los agujeros negros son, como hemos visto, regiones que quedan completamente ocultas al exterior.  Estas regiones están delimitadas por un horizonte de eventos que, como mencionamos, se sitúa en un radio dado por el doble de la masa de la región. El horizonte representa así el punto de no retorno, una vez cruzado ya ni tan siquiera la luz puede escapar. Para hacernos una idea de este radio, imaginemos que la Tierra pudiese colapsar a un agujero negro (¡que no es el caso!), entonces el horizonte de eventos ¡tendría tan solo 9mm de radio!

Claro, que ir acercándose al agujero hasta ese radio no es algo que nos fuese a dejar indemnes. Imaginemos que pudiésemos construir una nave que consiguiese viajar hasta el agujero negro, y así mandar a alguien allí a echar un ojo. Eso sí, queremos que nos cuente qué le va pasando, así que queremos mantener una comunicación constante.  Desde nuestro lugar de observación terrestre, a salvo de la influencia de la cercanía del agujero negro veríamos que según se acerca más a este objeto, la nave va viajando cada vez más lento (y a nuestros ojos se va haciendo más roja y tarda más y más en llegar la señal) hasta que la veríamos acercarse al horizonte para siempre, a nuestros ojos nunca lo cruzaría. Sin embargo, viajando en la nave, nuestro viajero vería todo normal y cruzaría el horizonte sin problemas. ¿Sin problemas? Bueno, no tanto, según se fuese acercando sufriría fuerzas de marea2 cada vez más fuertes, llegando a experimentar un proceso llamado “espaguetificación”, por el cual, la gravedad que experimenta la parte de delante de la nave, es muy diferente (y mayor) que la que experimenta la parte de atrás de la nave, así que ésta se va estirando, espaguetificándose, y deformándose según la trayectoria que lleve.

Esto es lo que pasa con la masa que se acerca a los agujeros negros, según va acercándose sufre las fuerzas de marea, se descompone y forma lo que se conoce como un disco de acrección alrededor del agujero negro. Así los agujeros negros, debido a su enorme gravedad, van absorbiendo materia que haya alrededor y esto les hace aumentar de tamaño. ¡Que nadie se asuste con esto! Esto no quiere decir que nos vaya a comer ningún agujero negro en un futuro cercano, nos pillan demasiado lejos como veremos más adelante.

¿Y qué pasa cuando cruza el horizonte? ¡Pues que el agujero negro está vacío! Está hecho solo de espaciotiempo curvo, y aunque no podamos saber muy bien que pasa ahí dentro, sí sabemos que esconden una singularidad. Una singularidad es allí donde nuestra teoría (la Relatividad General) se rompe y la densidad y las medidas de curvatura se hacen infinitas (en otros capítulos de este libro se trata el tema de la resolución de singularidades en gravedad cuántica). Las singularidades son un tema peliagudo en Relatividad General, pero al menos, debido a la conjetura de censura cósmica, parece que estamos protegidos de ellas (y menos mal), ya que se encuentran siempre escondidas detrás de horizontes3. Una vez que entremos al agujero negro, nuestro destino irremediablemente pasa por caer en la singularidad, esta es inevitable. Además, según nos acerquemos a ella el espacio se vuelve caótico (según una conjetura denominada BKL).

En la siguiente figura, vemos una representación geométrica muy simple de la estructura de un agujero negro que quizás nos ayude a visualizarlo un poco mejor.


Fig.1 Estructura de un agujero negro. En este diagrama representamos el espaciotiempo (universo) en dos dimensiones y cómo se curva en las inmediaciones de un agujero negro. También podemos ver una representación del límite del agujero negro (horizonte de eventos) y la singularidad en su interior, donde ya la curvatura se hace infinita. Crédito: Ana Alonso Serrano.

"Construye el tuyo, recortable en pdf de María García Monera"


Toda esta estructura parece muy complicada, pero desde fuera, los agujeros negros son extremadamente simples, por eso se dice que “no tienen pelo”. Esto significa que no tienen muchas propiedades que los caractericen, es decir, no nos dan mucha información. Las únicas características que los determinan son la masa, y el momento angular (que mide la cantidad de movimiento de rotación) y la carga eléctrica si los tienen. Por ejemplo, si un agujero negro se formó a partir de un tipo de materia o de otra es algo que no podemos saber, para nosotros son completamente indistinguibles.

 

¿Cómo se produce un agujero negro? ¿Dónde los encontramos?

Uno de los mecanismos estándar de formación de un agujero negro es su creación como resultado final del colapso de una estrella. Para que esto suceda, la masa de la estrella tiene que ser muy grande (al menos tres veces la masa de nuestro sol). Así cuando el combustible nuclear se agota, la estrella no puede compensar la presión gravitatoria y se va contrayendo hasta colapsar, dando lugar a un objeto remanente final (como enanas blancas o estrellas de neutrones de las que ya se habla en otro capítulo de este libro). Cuando la masa es tan grande que no hay forma de contener el colapso gravitatorio, el objeto final es un agujero negro.

De esta manera, podemos encontrar agujeros negros estelares formados por colapso, cuyo mecanismo es muy claro y se entiende perfectamente. Pero podemos encontrar muchos otros agujeros negros cuyos procesos de formación y evolución todavía se intentan explicar utilizando distintos modelos teóricos. Por ejemplo, a día de hoy sabemos con certeza que se pueden encontrar agujeros negros supermasivos en el centro de núcleos galácticos. También sabemos que algunos agujeros negros masivos pueden provenir del choque de un sistema binario de agujeros negros que han terminado fusionándose.

Éste no es el único proceso posible de formación de agujeros negros. El colapso gravitatorio en el universo primigenio podría haber dado lugar a agujeros negros primordiales.

 

¿Cómo y dónde podemos observarlos?

A pesar de que los agujeros negros ya hemos visto que llevan investigándose desde los primeros años de la Relatividad General, hemos tardado más de un siglo en desarrollar los métodos y los instrumentos necesarios para poder observarlos. Ha sido muy recientemente cuando, no solo se han observado, sino que se han abierto nuevas ventanas observacionales que prometen resultados interesantes en los próximos años.

Un descubrimiento que se llevó el Nobel de Física en 2020 [2] fue el seguimiento de la órbita de las estrellas alrededor de Sagitario A*, que se consideraba un candidato a agujero negro. Después de muchos años de medidas finalmente se corroboró la existencia de ese objeto compacto supermasivo y se estimó su masa, distancia, etc. Por la manera en la que rotan las estrellas y el tamaño del objeto central oscuro y compacto (más allá del límite de Chandrasekar), éste cumple todas las características que conocemos de los agujeros negros. Así que a día de hoy la única explicación posible es que dicho objeto sea un agujero negro supermasivo en el centro de nuestra galaxia.


Fig.2 Órbitas de las estrellas alrededor del núcleo galáctico.
“These images/animations were created by Prof. Andrea Ghez and her research team at UCLA and are from data sets obtained with the W. M. Keck Telescopes.”


Otra observación viene de la coalescencia de dos agujeros negros que mencionamos anteriormente. Cuando dos objetos muy masivos orbitan uno alrededor del otro hasta colapsar y fusionarse, estos emiten ondas gravitatorias, de las que ya se habla en otro capítulo de este libro. Mediante el análisis de la señal observada, se ha podido determinar (por primera vez en 2015) la coalescencia de varios sistemas binarios de agujeros negros [3].


Fig.3 Representación de una simulación de dos agujeros negros orbitando uno alrededor del otro, cada vez más cerca hasta colapsar y formar un sólo agujero negro, emitiendo ondas gravitatorias en este proceso. Crédito: SXS, the Simulating eXtreme Spacetimes (SXS) project (http://www.black-holes.org).


Finalmente, en 2019 gracias a una gran colaboración de instituciones científicas, se consiguió la primera imagen de un agujero negro en el núcleo de la galaxia M87, donde se ve el disco de acrección alrededor de un centro oscuro que determina la sombra del agujero negro [4].


Fig.4 Primera imagen de un agujero negro obtenida de las observaciones del "Event Horizon Telescope" del centro de la galaxia M87. Crédito: Event Horizon Telescope Collaboration.


Gracias a todas estas observaciones, y a los avances teóricos en la materia, a día de hoy sabemos de la existencia de objetos compactos que tienen las características de agujeros negros y entendemos todo lo que sucede alrededor de los mismos. Eso sí, siempre más allá del horizonte. ¿Cómo podemos entonces conocer mejor estos objetos? ¡Vayamos a por la teoría!

 

Hacia el estudio de los agujeros negros.

En los años 70 se empezó a estudiar la dinámica de agujeros negros. Primero se vio que el área de un agujero negro no podía decrecer en ningún proceso (al menos los físicamente razonables). Esto hizo pensar en una analogía del área con la entropía, que según la segunda ley de la termodinámica no puede decrecer. Si esto pasaba con la segunda ley, ¿hay toda una analogía con la termodinámica? Pues resulta que la dinámica de agujeros negros también seguía leyes análogas al resto de leyes de la termodinámica (la ley cero, la primera y la tercera ley). Aunque había un problema, las dimensiones de las cantidades análogas a las cantidades termodinámicas no cuadraban. En las leyes de la termodinámica tenemos la energía, la temperatura y la entropía, y en las de los agujeros negros, la masa, la gravedad de superficie y el área. Y de estas, ¡solo la masa tenía las dimensiones apropiadas! Además, si los agujeros negros solo absorben y nada escapa, entonces ¡su temperatura tiene que ser cero! Bekenstein se dio cuenta de que introduciendo la constante de Planck (cantidad básica en mecánica cuántica), las dimensiones del área como medida de entropía cuadraban. Aun así, no pensaba que esta entropía fuese una entropía como la termodinámica.

Hagamos aquí un inciso. Usualmente la entropía se define como todos los posibles estados microscópicos (microestados) que definen un estado macroscópico (el que vemos). Sin embargo, otra de las maneras de entender la entropía de un sistema es como la falta de información sobre su configuración interna. Esto conecta con la teoría de la información establecida por Shannon. Es decir, representa toda la información que necesitamos para conocer con total precisión los microestados. Como solo tenemos acceso a los macroestados, esa información se encuentra escondida, y cuantificada por la entropía. En resumen: la entropía mide nuestra ignorancia sobre la configuración interna de un sistema. De esta manera, cuando ganamos información sobre un sistema, la entropía decrece.

Volviendo a la entropía de los agujeros negros, denominada entropía de Bekenstein, al calcularla vemos que es enorme. Es casi 20 órdenes de magnitud4 mayor que la entropía del sol. Cuando miramos esta entropía desde el punto de vista de la falta de información, tiene bastante sentido si recordamos lo que hemos explicado antes del carácter indistinguible de los agujeros negros y la poca información que nos proporcionan.

En este punto, ya se empezó a intentar averiguar qué pasaba con la información en un agujero negro, qué significaba su entropía y si su presencia podía violar de alguna manera la segunda ley de la termodinámica. Para entender este problema se recurrió a un recurso muy utilizado en física: los experimentos mentales (Gedankenexperiment). En ellos se imaginan escenarios teóricos y se investigan las posibles consecuencias, problemas o paradojas de la teoría. Por ejemplo, Wheeler planteó a Bekenstein el problema de qué pasaría si uno derramase una taza de té en un agujero negro. Si hiciésemos tal cosa, la entropía correspondiente a la taza de té se perdería en el agujero negro y decrecería la entropía del universo. ¿Cómo lo compensa el agujero negro? Y qué pasa si conseguimos echar a un agujero negro un sistema casi sin masa, ¿podríamos violar la segunda ley de la termodinámica? Todas estas preguntas, y muchas más, fueron (y siguen) haciendo que se desarrolle éste y otros campos de la física teórica: Planteando problemas y paradojas a modo de juegos mentales y viendo cómo se pueden solucionar o si hay cosas que todavía no entendemos de la teoría y que pueden reflejar un fallo de la misma.

Lo que a día de hoy parece que está bastante claro es que la segunda ley de la termodinámica no se viola con la introducción de agujeros negros y que éstos poseen una entropía enorme, de hecho, la entropía máxima que puede tener una cantidad de materia (dada por el límite de Bekenstein). Ahora bien, qué significa e implica esa entropía, aún sigue siendo tema de debate científico: ¿Por qué es tan grande?  ¿Por qué es proporcional al área y no al volumen? ¿Por qué es una función universal? ¿Cuáles son los microestados del agujero negro y dónde se localizan? ¿Habrá correcciones cuánticas de esta entropía? Podemos entender la entropía de Bekenstein por ejemplo como una entropía de “entrelazamiento”, es decir mide la información escondida en las correlaciones cuánticas a través del horizonte5. De hecho, el papel de esta entropía es fundamental para el entendimiento de la paradoja de la información en agujeros negros, como veremos más adelante (hasta aquí, no hay ninguna paradoja). Para entender esa parte y así entender un poco mejor lo que pasa en los agujeros negros, necesitamos introducir efectos cuánticos.

 

Cuando la teoría cuántica entra en juego.

Tan solo un par de años después de los primeros desarrollos en termodinámica de agujeros negros, Hawking puso el broche de oro dando con la clave para solucionar el problema de las dimensiones, la temperatura y la entropía: los agujeros negros radian cuando consideramos efectos cuánticos (en particular, por un efecto de creación de partículas por fluctuaciones en el vacío) de igual manera que lo hace un cuerpo negro en termodinámica. Este proceso confiere una temperatura a los agujeros negros, denominada temperatura de Hawking, que es inversamente proporcional a la masa del agujero negro. Es decir, cuanto más masivo sea un agujero negro menor temperatura tendrá. Así, un agujero negro al radiar, va perdiendo masa.

De esta manera tenemos que los agujeros negros pueden crecer debido a la acrección de materia, y entonces este proceso será dominante, ya que tendrá cada vez más masa y la radiación se reducirá. O también podría disminuir debido a la radiación y así ir aumentando su temperatura y la propia radiación (aunque como veremos más adelante este proceso no es viable para los agujeros negros astrofísicos).

La existencia de radiación de Hawking hace no solo que podamos ya considerar la gravedad de superficie como una temperatura del horizonte, sino que también podamos considerar el incremento de área como una entropía. Así que la taza de té que Wheeler quería verter en el agujero negro simplemente aumenta la entropía de Bekenstein. Entonces, si hemos dicho que no se viola la segunda ley de la termodinámica, pero ahora, al existir evaporación, el área puede disminuir, ¿esto cómo se soluciona? Pues porque la entropía del resto del universo aumenta de tal manera que la entropía total crece. Esto es lo que se conoce como la segunda ley generalizada de la entropía, a la que ya se refería Bekenstein cuando se plantearon los primeros experimentos mentales que comenté anteriormente y que se cierran completamente con este nuevo ingrediente.

Volvamos a las consecuencias de la radiación de Hawking: Bajo ciertas condiciones, un agujero negro puede ir emitiendo radiación (cuántica) y evaporándose poco a poco. ¿Hasta dónde? Aquí surge uno de los problemas clave de la física de agujeros negros. Según las leyes físicas que conocemos el agujero negro continuará evaporándose hasta desaparecer. Es precisamente el hecho de que desaparezca lo que genera el problema: ¿Qué pasa entonces con la información que había desaparecido dentro? ¿Y con la singularidad?

La radiación de Hawking no depende del estado inicial de la masa que colapsó para formar el agujero negro, ni de la materia que se traga el mismo. Así que la radiación que queda en el exterior, no transporta ninguna información. Mientras haya agujero negro, esto no supone ningún problema, tenemos un horizonte de eventos que nos separa del interior y una entropía que nos codifica toda la información que está escondida ahí dentro. El problema surge entonces cuando desaparece del todo, porque ya no tenemos ningún sitio donde pueda estar almacenada toda esa información y la entropía del universo debería crecer de manera tremenda para compensar la entropía del agujero negro, es decir, la información tendría que estar “escondida” en la radiación. Pero la radiación Hawking es completamente térmica, no tiene correlaciones en las que pueda codificarse esa información. Este proceso de pérdida de información no es físicamente aceptable dentro del paradigma de evolución de la mecánica cuántica6.

Este problema se conoce como la paradoja de la información en agujeros negros, y a día de hoy continúa siendo una cuestión abierta con muchos y diferentes caminos de investigación propuestos, como veremos más adelante. Pero, ¿hay alguna certeza de todo esto? ¿Se ha observado o medido la radiación de Hawking o la evaporación de un agujero negro?

 

Y esto… ¿se puede medir?

Veamos las escalas relacionadas con la evaporación de agujeros negros: La vida media de un agujero negro de la masa de nuestro sol ya es muchos órdenes de magnitud (alrededor de 50) mayor que la edad del universo. Sin embargo, un agujero negro microscópico tardaría cuestión de segundos en evaporarse. Por otro lado, la temperatura de un agujero negro sería de 0,00000001 K, una temperatura mucho más baja que el ambiente en el universo (del orden de 2.7 K). Con estos órdenes de magnitud parece inviable que podamos medir este proceso...

Sin embargo, tenemos una alternativa: Estudiar modelos análogos. Para estudiar algunos fenómenos de gravedad podemos crear un modelo en otro sistema físico manejable en laboratorio que nos permita reproducir las características de la gravedad que queremos analizar [5]. Este método tiene bastantes limitaciones, ya que solo algunos procesos o características se pueden modelizar en laboratorio y, aun así, muchas veces solo dentro de un determinado rango. Por ejemplo, se han construido agujeros acústicos en agua, que reproducen ciertas características de los agujeros negros, como la existencia de un horizonte. O, análogos de agujeros negros en materia condensada (específicamente en los llamados condensados de Bose-Einstein). Estos sistemas permiten un modelo cuántico y reproducir una temperatura de Hawking del mismo orden de magnitud que la del ambiente. También existen análogos en otros sistemas ópticos.


Fig.5 En este dibujo podemos visualizar un poco mejor (aunque de manera un poco tosca y no muy rigurosa) la analogía del agujero negro relativista con el agujero acústico en agua. Imaginemos un desagüe o cascada que crea una corriente de agua. Lejos del mismo, los peces pueden nadar a su antojo en cualquier dirección, cuando estén los suficientemente cerca, se verán arrastrados por la corriente (en esta figura se les ve yendo en círculo alrededor del pozo). Pero habrá un momento en el que la caída y el arrastre del agua sean tan fuertes que por mucho que intenten nadar para escapar de ahí, caerán irremediablemente. Ese punto de no retorno es el análogo al horizonte de eventos (dibujado con una clara línea negra en la figura). Crédito: Ana Alonso Serrano.


Es en los modelos análogos de materia condensada donde recientemente se sostiene que se ha medido radiación Hawking [6] [7]. Aunque este resultado es muy prometedor, todavía existe cierta discusión al respecto. En cualquier caso, la radiación de Hawking es una predicción teórica tan sólida y bien establecida desde diferentes puntos de vista, que ahora queda tan solo encontrar la forma de medirla. Y en ese sentido, este campo promete nuevos e interesantes resultados y representa una oportunidad experimental para el estudio de agujeros negros y otros fenómenos de gravedad.

 

Y… ¿ahora qué?

A día de hoy existen muchos enigmas abiertos respecto a los agujeros negros y también existen nuevas ventanas de observación que nos pueden revelar grandes avances en los años venideros. Dentro del campo puramente teórico, aún se nos escapa la escurridiza teoría subyacente de gravedad cuántica. De ésta se habla en detalle en otros capítulos de este libro, pero su formulación se espera que resolvería el problema de la singularidad y el interior del agujero negro, y con ello también el problema de la paradoja de la información.

Mientras continúa la búsqueda de esta teoría se desarrollan paralelamente estudios para intentar aclarar este problema; también a modo de encontrar indicios que nos faciliten o revelen características que tenga que cumplir la teoría final o que nos permitan discriminar entre el zoo de teorías actual7.

Dentro de las propuestas plausibles para resolver el problema de la paradoja de la información se han postulado diferentes escenarios. En lo que sigue voy a comentar brevemente algunos de ellos con el fin de hacernos una idea de las distintas líneas de investigación en curso.

El más estándar establece que debe haber información codificada en las correlaciones de la radiación de Hawking. Estas propuestas se basan en el estudio del entrelazamiento cuántico entre las partículas que caen al agujero negro y entre la radiación Hawking que emerge. El entrelazamiento se puede cuantificar mediante la consideración de la entropía de entrelazamiento que ya comentamos, y que permite estudiar qué pasa con la información y cómo podríamos recuperarla. Los diferentes estudios en esta dirección han dado lugar a muchos avances, y también a paradojas que han traído de cabeza a los investigadores, y se puede decir que indagan en que la información se queda codificada en correlaciones cuánticas y éstas de alguna manera están presentes en la radiación emitida. De esta forma, aunque parezca que la información se ha perdido en la práctica, aún reside en el entorno permitiendo que la teoría cuadre y que exista alguna forma de recuperarla8. Una idea similar, consiste en que, aunque los agujeros negros no tengan pelo, sí que tienen “pelo cuántico”, es decir, que el horizonte contiene más información cuántica que la que establece la teoría clásica, y por lo tanto, esa información impresa en el horizonte, emerge con la radiación y no se pierde en ningún momento.

Otra propuesta es que los agujeros negros no se evaporan completamente, sino que la evaporación se detiene cuando los efectos de gravedad cuántica son dominantes (porque el agujero negro se hace muy pequeño), y así el estado final lo constituye un remanente estable de tamaño de la escala de Planck9 que almacena la información y nos libra de la paradoja. También se ha conjeturado con que los efectos de gravedad cuántica en los estadíos finales de la evaporación pueden dar lugar a que la radiación emitida sea modificada, y así toda la información almacenada en el agujero negro pueda salir con ella.

Una idea completamente diferente es que la información puede estar irremediablemente perdida y aun así no violar ninguno de los principios de la física establecida. Es decir, de alguna manera el agujero negro actúa como un sumidero que elimina la información en el universo que observamos.

Finalmente, otra idea a considerar, que se ha desarrollado en diferentes marcos, es que quizás no se formen agujeros negros en la naturaleza, sino que el proceso de colapso se “detenga” dando lugar a un objeto ultracompacto que comparte todas las características medidas de los agujeros negros, pero no ha llegado a crear un horizonte de sucesos y una singularidad (creando por ejemplo fuzzballs o las estrellas negras).

Todas estas teorías tienen avances y propuestas interesantes, pero también puntos conflictivos que no terminan de entenderse o de cuadrar completamente, por eso parece que aún queda mucho camino por delante para entender completamente los agujeros negros.

En cualquier caso, el campo de los agujeros negros ya nos ha enseñado cómo teorías establecidas de manera puramente teórica pueden tardar muchos años en llegar a comprobarse o refutarse de manera experimental u observacional, pero la física teórica ha demostrado constituir un marco de trabajo muy sólido para el establecimiento de nuevas teorías. En los próximos años cabe esperar profundos avances teóricos y, sobre todo, las nuevas ventanas de observación prometen sorprendernos con nuevos resultados experimentales que arrojen algo más de luz a la oscuridad de los agujeros negros.

¡Esperamos expectantes!

 

Notas:

1 Cabe resaltar que, en muchos países hispanoparlantes, se les denomina hoyos negros, y que, atendiendo a las propias definiciones de la palabra, quizás sea una acepción más apropiada [1].

2 Las fuerzas de marea suceden cuando la fuerza gravitatoria es diferente a lo largo de un cuerpo, dando lugar así a una deformación del mismo. Y sí, ¡las mareas marinas que vemos son consecuencia de este efecto!

3 Esto proviene de un estudio exhaustivo de las singularidades que desarrollaron Penrose y Hawking y que le valió el Nobel de Física al primero en 2020.

4 Esto significa la cantidad de “ceros” que hay detrás del número, es decir, hay 20 ceros de diferencia entre una cantidad y la otra. Un ejemplo para entenderlo es que entre 20.000 y 70 hay tres órdenes de magnitud.

5 El entrelazamiento cuántico es un fenómeno de correlación cuántica entre partículas que se trata en detalle en otros capítulos de este volumen.

6 Esto implicaría evolucionar de un estado inicial puro, donde la información es máxima, hasta un estado final mezcla donde la información es mínima. Este proceso conlleva una evolución “no-unitaria” algo prohibido en mecánica cuántica en un sistema cerrado.

7 Aunque esto no siempre pasa, por ejemplo, se da la característica de la universalidad de la entropía de Bekenstein. Es decir, todas las teorías candidatas de gravedad cuántica recuperan el mismo resultado y no nos permiten discernir una teoría privilegiada.

8 Algunas de las ideas más conocidas en esta dirección han sido la complementariedad del agujero negro, los muros de fuego, la teoría holográfica y, recientemente, las islas de entrelazamiento.

9 La escala de Planck representa la escala en la cual el concepto de espaciotiempo dado por la relatividad general se rompe y sería la gravedad cuántica la que determinaría la física a partir de aquí.

 

Referencias:

[1] José M. M. Senovilla, “Premio Nobel de Física 2020 Hoyos negros y sus misteriosos interiores”, Revista Española de Física, Vol. 34 N 4 (2020).

[2] Gravity Collaboration, “Detection of orbital motions near the last stable circular orbit of the massive black hole SgrA*”, Astronomy & Astrophysics. 618 (2018) L10.

[3] The LIGO Scientific Collaboration and the VIRGO Scientific Collaboration, “Observation of Gravitational Waves from a Binary Black Hole Merger”, Phys. Rev. Lett. 116 (2016) 061102.

[4] The Event Horizon Telescope Collaboration, “First M87 Event Horizon Telescope Results. I. The Shadow of the Supermassive Black Hole”, Astrophys. J. Lett. 875 (2019), L1.

[5] Carlos Barceló, Stefano Liberati, Matt Visser, “Analogue Gravity”, Living Rev. Rel. 8 (2005) 12.

[6] J. Steinhauer, “Observation of quantum Hawking radiation and its entanglement in an analogue black hole. Nature Phys. 12, 959 (2016)”.

[7] Carlos Barceló, “Analogue black-hole horizons”, Nature Phys. 15 (2019) 3, 210-213

 

Ana Alonso Serrano.

Doctora en Física.

Investigadora postdoctoral en el Max Planck Institute for Gravitational Physics (Albert Einstein Institute).


No hay comentarios:

Publicar un comentario