En este capítulo vamos
a tratar de explicar cuando y como se manifiesta la gravedad cuántica,
empezando por situaciones donde supone tan solo pequeñas correcciones a lo
predicho por la Relatividad General de Einstein, y continuando por otras donde
es la única protagonista. Para terminar, nos entretendremos con una de las
líneas de investigación que actualmente se están llevando a cabo con el fin de
desarrollar una teoría de la gravedad cuántica.
Pequeños
efectos de la Gravedad Cuántica.
Para tomar un primer contacto con los efectos de la
gravedad cuántica, nada mejor que empezar con un ejemplo. Consideremos la
órbita de Mercurio alrededor del Sol, debida a la atracción gravitatoria entre
ambos cuerpos. La Relatividad General nos permite calcular la forma de la
órbita que observamos, así como el perihelio de esta órbita, el punto de mayor
proximidad de Mercurio al Sol. Hagamos ahora un salto de lo grande a lo
pequeño, y consideremos el átomo de hidrógeno, compuesto por un protón y un
electrón. El protón tiene carga eléctrica positiva, y el electrón, mucho más
ligero y con carga negativa, orbita a su alrededor debido a la atracción
eléctrica entre ambos. Debido a que protón y electrón son partículas muy
pequeñas, la dinámica resultante de su interacción eléctrica viene determinada
por los principios de la mecánica cuántica. Así pues, para calcular la órbita
del electrón alrededor del protón, tenemos que aplicar las leyes de la mecánica
cuántica a la interacción eléctrica, o como se dice en términos técnicos,
tenemos que “cuantizarla”. El desarrollo de tal teoría, la llamada
Electrodinámica Cuántica1, es hoy en día una teoría bien establecida
con la que se han predicho muchas propiedades de átomos y moléculas confirmadas
experimentalmente2.
Volvamos ahora a la
órbita de Mercurio alrededor del Sol. El éxito de la cuantización de la
interacción eléctrica nos lleva a preguntarnos: ¿podemos cuantizar la gravedad
de la misma forma que se cuantizó la electricidad? Y en caso afirmativo,
¿podemos calcular como se corrige la órbita de Mercurio debido a los efectos
cuánticos? Mucho se tardó en responder a estas preguntas, pero ahora sabemos
que sí es posible. Aplicando algunas de las técnicas de cuantización conocidas
a la Relatividad General, en los últimos treinta años se ha podido desarrollar
la llamada teoría cuántica efectiva de la gravedad3. Tal y como su nombre indica, esta
teoría es solo efectiva, es decir, sus predicciones son una buena aproximación
a la realidad solo cuando los efectos gravitatorios cuánticos suponen pequeñas
correcciones a aquello que la teoría de la Relatividad General predice. Aunque
pueda parecer limitado, este es en realidad el caso de los efectos de la
gravedad cuántica sobre las trayectorias y dinámicas de los grandes cuerpos
astronómicos que vemos a nuestro alrededor, desde planetas, a estrellas y a
galaxias. De hecho, en estos casos los efectos cuánticos son tan pequeños que
las predicciones de la teoría cuántica efectiva son de las más precisas que
existen4.
Usando esta teoría, a
mediado de los años noventa se consiguió determinar la corrección cuántica a la
atracción gravitatoria entre dos cuerpos grandes [1], y con ello, la corrección
a la órbita de Mercurio alrededor del Sol. La corrección es una simple
deformación de la órbita calculada con la Relatividad General. Hagámonos una
idea de su magnitud: la distancia del
Sol al perihelio de la órbita de Mercurio es aproximadamente de 46 millones de
kilómetros, y los efectos cuánticos corrigen esta distancia en unos 10-83 kilómetros.
Para entender este número, comparémoslo con el tamaño del protón, que es de
unos 0.000001 nanómetros (donde recordemos que el nanómetro equivale a 10-9
metros). Así pues, la corrección cuántica al perihelio de Mercurio es
unas 1065 veces menor que un protón, que a su vez es unas 1025
veces menor que el mismo perihelio. Esto equivale aproximadamente a una
corrección de una parte en 1090. Sí, estoy de acuerdo, ¡¡es una
corrección ínfima!!
Aunque asombrosa, la
pequeñez de esta corrección no debería sorprendernos. Los efectos cuánticos son
importantes en el mundo de lo microscópico, cuando los experimentan partículas
del tamaño de moléculas, átomos, o incluso menores. Por lo contrario, objetos
macroscópicos, a escalas como las que percibimos a nuestro alrededor a diario,
experimentan efectos cuánticos tan pequeños en comparación a su tamaño que
apenas son perceptibles. Imaginaros que tan pequeños son, pues, con los vastos
sistemas de nuestro universo.
Es evidente que
diseñar y llevar a cabo un experimento con la precisión necesaria para medir
tal corrección es por ahora impensable. No obstante, la incertidumbre acerca de
cuándo podremos observar tales efectos no debería frenar nuestro afán de
entender la gravedad cuántica. En la historia de la Relatividad General hay
importantes ejemplos de predicciones que, aún mucho antes de ser corroboradas
observacionalmente, han impulsado el desarrollo de la teoría. Tales ejemplos
incluyen las ondas gravitatorias y los agujeros negros, predichos por la teoría
de la Relatividad General en el mismo 1916, pero que no fueron directa o
indirectamente observados hasta muchos años después.
Cuando
la Gravedad Cuántica se vuelve importante.
La corrección a la órbita de Mercurio alrededor del
Sol es un ejemplo donde los efectos de la gravedad cuántica no cambian
cualitativamente la física del sistema, este es justamente el régimen de
validez de la teoría cuántica efectiva. Os estaréis ahora preguntando, ¿existen
situaciones donde los efectos de la gravedad cuántica sean más que meras
correcciones imperceptibles, donde los efectos de ambas, la interacción
gravitatoria y la mecánica cuántica, sean igual de dominantes, de modo que
supongan un cambio cualitativo o cuantitativo importante en la física del
sistema? La respuesta a esta pregunta es un emocionante: ¡Sí, sí que las hay!
Tales situaciones involucran algunos de los eventos y las estructuras más
fascinantes de nuestro universo, tan misteriosas como reales, y que constituyen
el objeto de estudio de una gran parte de la investigación actual en física
teórica. Veamos algunas de ellas.
Los agujeros negros.
La primera de estas
situaciones se da en el interior de los agujeros negros. Estos objetos de
altísima densidad crean un campo gravitatorio tan intenso a su alrededor, que
ni siquiera la luz, que se mueve a la velocidad más alta posible físicamente,
es capaz de escapar si se acerca demasiado al agujero. De ahí que estos objetos
se califiquen de “negros”. La distancia máxima a la que la luz se puede acercar
al agujero antes de ser engullida por este constituye el llamado horizonte de
eventos, la frontera de no retorno. Imaginémoslo como una esfera alrededor del
agujero. Todo aquello que cruza el horizonte hacia el interior del agujero,
queda allí atrapado, y pierde cualquier posibilidad de comunicarse con el
exterior. Efectivamente, las ecuaciones de Einstein predicen que todo aquello
que cruza el horizonte continúa su trayectoria hasta el centro del agujero
debido a la gran atracción gravitatoria. ¿Pero y qué sucede entonces en el
centro de un agujero negro? Un punto del tamaño más pequeño que podamos
imaginarnos, ¡quizás incluso más pequeño que un electrón o un quark! pero con
una acumulación de materia y energía enorme y una atracción gravitatoria
increíblemente intensa. Las ecuaciones de la Relatividad General que representan
al agujero negro dejan de tener sentido en este punto, y por tanto no tenemos
ninguna predicción de lo que allí sucede. La física en el centro de un agujero
negro viene pues completamente determinada por la gravedad cuántica.
La gravedad cuántica
juega también un papel importante en el horizonte de eventos. A mediados de los
años setenta, los cálculos de Stephen Hawking desvelaron algo sorprendente:
estos objetos no son tan negros como pensábamos, sino que en realidad emiten
radiación desde el horizonte. Pares de partículas se crean y se destruyen
continuamente en el vacío presente alrededor del horizonte. De vez en cuando,
una de las partículas cae dentro del agujero, mientras que la otra escapa de su
succión hacia el exterior. El flujo de partículas que escapan constituye la
radiación del agujero negro5. La creación y destrucción espontánea
de partículas en el vacío es un efecto puramente cuántico, por tanto, la
radiación del agujero negro es un efecto de la gravedad cuántica. Aunque la
radiación emitida por un agujero negro grande, como podría ser el del centro de
nuestra galaxia, sería muy débil y por tanto imperceptible, el hecho de que
emita radiación supone un cambio cualitativo radical. Por un lado, pasamos de
un agujero que todo engulle, tal y como predice la Relatividad General, a un
agujero que emite. Por el otro, nos
revela algo increíble de los agujeros negros: como todo cuerpo que emite
radiación el horizonte de eventos debe tener temperatura. El horizonte, que en
principio corresponde a una mera frontera para la luz en el espacio vacío,
resulta que no está completamente frío. Los agujeros negros tienen pues
propiedades térmicas. Esto a su vez, tiene consecuencias sorprendentes para la
evolución temporal de estos objetos. Una consecuencia inmediata es que los
agujeros negros se evaporan: a medida que emiten radiación van perdiendo
energía, y pueden por tanto terminar por evaporarse del todo y desaparecer.
Esto contrasta drásticamente con el concepto de agujero negro en estado de engorde
eterno que la Relatividad General establece, y por tanto su radiación, lejos de
ser una pequeña corrección, cambia radicalmente el destino del agujero.
Pero quizás aún más
importante, este descubrimiento tiene implicaciones profundas para la
estructura del horizonte de eventos y los agujeros negros en general. Según la
interpretación moderna de la termodinámica, las propiedades térmicas de
sistemas grandes o macroscópicos están determinadas por el comportamiento
estadístico de sus constituyentes más pequeños o microscópicos. Por ejemplo, la
temperatura de un gas se explica por el movimiento y vibración de las moléculas
o átomos que lo componen. Así pues, el hecho que el horizonte tenga temperatura
sugiere que éste no es simplemente una frontera de no retorno, sino que debería
estar compuesto por algún tipo de partículas o constituyentes microscópicos, o,
en otras palabras, debería tener estructura a nivel cuántico. Estos “átomos
gravitatorios” serían los responsables de generar la temperatura del horizonte,
tal y como sucede con un gas.
Una de las variables
térmicas macroscópicas que mejor encapsula información acerca de la estructura
microscópica de un sistema es la llamada entropía. La entropía cuenta el
número de configuraciones distintas en que los constituyentes microscópicos del
sistema se pueden encontrar compatibles con sus propiedades macroscópicas. Por
ejemplo, en el caso de un gas, su entropía está determinada por el número de
todas las posibles configuraciones de posición o velocidad de los átomos que lo
componen, que dan lugar a la misma temperatura, volumen o presión del gas.
Actualmente se conocen varias formas de calcular la entropía de un sistema. La
expresión matemática resultante depende, como es de esperar, de los parámetros
macroscópicos del sistema (temperatura, volumen, etc.) así como también de
constantes físicas fundamentales (velocidad de la luz, carga eléctrica del
electrón, etc.) según el tipo de constituyentes microscópicos que lo conformen.
La forma en que depende de estos parámetros y constantes es crucial,
pues de nuevo, esta es muy particular del tipo de constituyentes microscópicos
del sistema, sus propiedades y sus interacciones. La entropía del horizonte de
un agujero negro representa pues una gran fuente de información acerca de su
estructura microscópica.
La entropía es
también una medida de la cantidad de información, datos, almacenados en un
sistema. A más datos, más entropía. Esto debería parecer lógico: para almacenar
muchos libros en una biblioteca, esta requiere de una compleja estructura de
salas, pasillos, librerías y estanterías. Extrapolando, la entropía del
horizonte de un agujero negro debería medir la cantidad de información
almacenada, es decir, los datos sobre todo aquello que traviesa el horizonte y
cae dentro del agujero negro. Podría ser incluso que una “copia de seguridad”
quedara guardada en el horizonte, codificada en su microestructura, cual disco
duro externo. En este caso, podríamos quizás recuperar esos datos,
¡contrariamente a aquello que pensábamos definía a los agujeros negros! Las
propiedades cuánticas de los agujeros negros cambian pues por completo nuestro
entendimiento de qué son estos misteriosos objetos.
Para calcular la
expresión exacta de la entropía del horizonte de un agujero negro se requiere
de una teoría de la gravedad que sea válida cuando los efectos cuánticos son
dominantes. Desarrollar esta teoría y con ella llegar a identificar los
constituyentes gravitatorios microscópicos representaría un avance conceptual
indiscutible en nuestro camino hacia comprender los agujeros negros. Podríamos
entonces responder a muchas preguntas que permanecen sin respuesta. Por
ejemplo, si esta microestructura es una propiedad única del horizonte, o en
cambio se da también en el interior o el centro del agujero negro, o si la
evaporación del agujero negro nos puede traer algún tipo de información acerca
de la materia y energía que este almacenaba. Más sobre las emocionantes
propiedades cuánticas de los agujeros negros lo encontraréis en el capítulo de
Ana Alonso Serrano.
Los límites del universo.
El origen de nuestro
universo es otro escenario donde la gravedad cuántica se vuelve importante.
Hace unos 13.800 millones de años, el universo experimentó una rapidísima y
enorme expansión6. En números, esta expansión debió de durar unos 10-32
segundos, durante los cuales el volumen del universo tuvo que aumentar en un
factor mínimo de 1078. Para que nos hagamos una idea, esto
equivaldría a aumentar el diámetro del protón a la distancia de la Tierra al
Sol, ¡increíble! De ahí que esta expansión se acostumbre a considerar el
nacimiento de nuestro universo. Instantes antes de que la expansión tuviera
lugar, durante los primeros 10-43 segundos, el universo tendría un
tamaño de unos 10-38 kilómetros, mucho más pequeño que las
partículas más pequeñas conocidas. ¡Imaginaos qué gran acumulación de energía!
Nuestro universo metido en un espacio muchísimo más pequeño que un electrón.
Una situación tan extrema, donde el universo toma dimensiones cuánticas, tuvo
que estar gobernada por la gravedad cuántica. Esta fue por tanto la encargada
de determinar los primeros instantes de nuestro universo. De qué estaba
compuesto el universo en esos instantes primordiales y qué desencadenó la
expansión consecuente, siguen siendo preguntas abiertas que la teoría de la
gravedad cuántica deberá responder. Si queréis saber mucho más sobre este tema,
os recomiendo leer el capítulo de Mercedes Martín Benito.
Volvamos ahora al
presente. Hace tan solo unos veinte años descubrimos que nuestro universo ha
empezado de nuevo a expandirse y de forma acelerada [18,17]. Qué es lo que
provoca esta expansión, continúa siendo un misterio. Si el universo albergara solo
la materia y energía que vemos o que conocemos: planetas, estrellas, nebulosas,
etc.., se contraería en lugar de expandirse, puesto que todo lo que conocemos
se atrae gravitatoriamente. Esta atracción debería hacer colapsar todo de nuevo
en un punto, ¡de vuelta al origen del universo! El hecho de que, en lugar de
eso, el universo se esté expandiendo indica pues que debe de haber otra fuente
de energía, completamente distinta a todo lo que conocemos. Esta misteriosa
energía ha sido denominada energía oscura. Debe permear todo el universo y
tener unas propiedades completamente desconocidas, pues a diferencia de todo lo
que conocemos, debe de repelerse gravitatoriamente. Para saber más sobre la
expansión del universo y la energía oscura, os invito a leer los capítulos de Pilar Ruiz Lapuente, Ruth Lazkoz e Inés Cavero Peláez.
Esta expansión
confiere a nuestro universo unas propiedades sorprendentes. Una de estas
propiedades es la existencia del llamado horizonte cosmológico. Debido a
la expansión, estrellas, galaxias y todo lo que vemos, se aleja de nosotros. Y
no solo eso, sino que, además, cuanto más alejados están, más rápido se alejan.
Una consecuencia sorprendente de ello es que hay partes del universo que nunca
llegaremos a ver, pues a partir de una cierta distancia, estrellas y galaxias
se alejan más rápido que la velocidad de la luz7, y por tanto la luz
que emitan nunca podrá llegarnos. Así pues, nuestro universo “visible” está
acotado por una vasta esfera celestial que nos rodea, el horizonte cosmológico,
la frontera entre lo que vemos o llegaremos a ver y lo que no. Una vez una
estrella cruza este horizonte, nunca más podremos saber de ella.
Os estaréis
preguntando ¿a qué me suena a mi esto? Efectivamente, existe una asombrosa
analogía entre nuestro horizonte cosmológico y el horizonte de eventos de un
agujero negro. De hecho, ambos son horizontes de eventos, en el sentido que
delimitan regiones del espacio de donde la luz no puede escapar. No podemos ver
el interior de un agujero negro, del mismo modo que no podemos ver el universo
exterior más allá de nuestro horizonte cosmológico8.
Esta analogía nos
lleva a considerar una posibilidad sorprendente: que el horizonte cosmológico,
al igual que el horizonte de un agujero negro, esté compuesto por “átomos
gravitatorios”, constituyentes a nivel microscópico, que le confieran una
estructura gravitatoria cuántica. En este caso, el horizonte debería albergar
entropía, que cuantificaría esta estructura microscópica o la cantidad de
información almacenada. A qué información
correspondería, si por ejemplo pudiera ser una copia de todos los datos de
nuestro universo visible, o si pudiéramos llegar a extraer de ella información
acerca de lo que existe más allá de nuestro horizonte cosmológico, son
preguntas tan fascinantes como fundamentales acerca del entorno en que vivimos.
Además, tal y como hemos visto con los agujeros negros y su evaporación, esto
podría tener consecuencias drásticas para la evolución temporal de nuestro
universo visible. La gravedad cuántica, encargada de generar y regir tal
estructura gravitatoria microscópica, es por tanto una clave importante para
entender el futuro de nuestro universo.
Ninguno de les
escenarios descritos arriba, en que la física está determinada por la gravedad
cuántica, se presta fácilmente a la observación o a la adquisición de datos
experimentales directos. Sin embargo, sabemos que han tenido y tienen un
impacto tremendo en determinar el estado actual y futuro de nuestro universo y
de los grandes sistemas que lo habitan. Es importante pues, que nos esforcemos
en entenderlos. Su estudio a nivel teórico nos puede revelar muchos de sus
secretos, además de abrirnos las puertas a nuevas avenidas observacionales de
mucho más alcance.
Hacia
una teoría de la Gravedad Cuántica.
Espero que os habré convencido del impacto y la
importancia de la gravedad cuántica. Pasemos ahora a explicar una de las líneas
de investigación que actualmente se están siguiendo para desarrollar una teoría
que la describa. Este último apartado del artículo es un poquito más técnico,
así que os pido paciencia. Pero también os animo a no tirar la toalla, puesto
que os esperan conceptos y conjeturas tan bellas como profundas acerca de
nuestro universo.
Relatividad General: la gravedad como
geometría.
Antes de ponernos a
cuantizar la gravedad, debemos explicar una idea básica de la Relatividad
General. El gran avance de la Relatividad General fue el de interpretar la
gravedad como la curvatura del espaciotiempo. Para entender este concepto,
empecemos por imaginar el espaciotiempo como el “tejido” por el cual nos
movemos y evolucionamos con el tiempo. En ausencia de masas o energía, es decir
en el vacío, este tejido es plano. Pero en presencia de un objeto con masa como
un planeta, el tejido se curva, como pasa si ponemos una bola pesada encima de
una sábana tensada por las cuatro esquinas. Debido a esta curvatura, cualquier
otro cuerpo con masa que se acerque a la bola, tenderá a “caer” hacia ella.
Esto es justamente lo que percibimos como atracción gravitatoria. La luz
también experimenta la atracción gravitatoria o la curvatura del espaciotiempo,
de tal forma que un rayo de luz propagándose por encima de la sábana también
“caería” hacia la bola. Un agujero negro genera una curvatura del espaciotiempo
con forma de embudo; todo lo que se acerca demasiado a la embocadura cae
dentro, y en el centro la atracción gravitatoria es tan intensa que el
espaciotiempo llega a “agujerearse”. En cuanto al universo a gran escala,
podemos imaginarlo como un globo. Hinchar el globo soplando hace que la
superficie de este crezca y la distancia entre dos puntos cualquiera aumente,
exactamente igual que sucede con la expansión de nuestro universo. Según la
Relatividad General pues, el espaciotiempo es dinámico, se mueve: se curva y se
deforma en respuesta a la materia y a la energía que por él viajan. Así pues,
podemos decir que el espaciotiempo tiene energía cinética.
Energía cinética negativa y emergencia del
tiempo.
Ahora que ya hemos
preparado los ingredientes, vayamos al grano. Obtener una teoría de la gravedad
cuántica, que a diferencia de la teoría cuántica efectiva sea válida
cuando los efectos gravitatorios cuánticos son importantes, no es tarea fácil.
Una de las dificultades es debida a una propiedad muy particular de la
gravedad: la energía cinética del espaciotiempo puede llegar a ser negativa.
Esta es una propiedad muy extraña, pues estaréis de acuerdo en que la energía
cinética, que cuantifica el movimiento de las cosas, acostumbra a ser positiva.
Una consecuencia indeseada de esta propiedad es que cuando intentamos cuantizar
la gravedad, el espectro de energías que resulta no es compatible con las leyes
de la mecánica cuántica9. Esto parece sugerir que la cuantización de
la gravedad requiere un tratamiento específico que la haga compatible con los
principios cuánticos.
Una posible solución
a este problema consistiría en usar un lenguaje para representar la geometría
del espaciotiempo que no exhiba tales energías cinéticas negativas. Sin
embargo, cabe la posibilidad que este signo negativo de la energía tenga un
origen conceptual fundamental, en cuyo caso sería más interesante aprender a
tratarlo que evitarlo. Según la llamada Teoría de Cuerdas, una de las
candidatas a teoría de la gravedad cuántica más famosa, el signo negativo de la
energía cinética del espaciotiempo está relacionado con la distinción entre
tiempo y espacio. ¿Cómo se relacionan? Dos puntos en el espacio están separados
por una distancia positiva, obvio. Sin embargo, en la teoría de la Relatividad
de Einstein, dos eventos en el tiempo están separados por una distancia
negativa. En consecuencia, si los dos puntos en el espacio también están
separados en el tiempo, su distancia espaciotemporal es menor, pues el
tiempo “resta”. En la Teoría de Cuerdas, el signo negativo del tiempo
corresponde al mismo signo negativo de la energía cinética del espaciotiempo.
Aunque superficialmente pueda parecer obvia, esta es una relación
increíblemente profunda. Una teoría de la gravedad cuántica que resuelva el
problema de la energía cinética negativa podría revelarnos pues, de donde y
como emerge el tiempo.
Gravedad cuántica de Liouville.
Una estrategia para
abordar este problema consiste en simplificarlo considerando que el
espaciotiempo tiene solo dos dimensiones, en lugar de las cuatro que
experimentamos. Este correspondería a un universo con una dimensión espacial
(una línea en vez de un volumen) y una de temporal. Aunque claramente tal
universo es una idealización, nos ofrece un marco simplificado donde estudiar
nuestro problema. Además, la teoría de la Relatividad General se puede formular
sin dificultad en dos dimensiones.
¿Pero de dónde surge
realmente la simplificación? Sorprendentemente, en dos dimensiones, la gravedad
se vuelve muy simétrica. En concreto, exhibe simetría conforme.
Desarrollar una idea intuitiva de qué es esta simetría y sus implicaciones en el
contexto de la gravedad es un tanto complicado, así que pongamos primero
ejemplos más habituales. Pensemos en la hoja de un helecho. Si la miramos de
lejos, tiene una forma más o menos triangular. Si nos acercamos, vemos que está
formada por distintas ramitas, cada una de ellas con la misma forma que la hoja
principal. A medida que vamos ampliando el foco, vemos que se va repitiendo el
patrón. A esta repetición de la estructura de la hoja, o de forma equivalente,
esta invariancia de lo que vemos bajo ampliación o alejamiento del foco, se le
llama simetría de escala. En la naturaleza, hay muchos sistemas que exhiben
esta simetría, como por ejemplo las ramas de los árboles o la col romanesco.
Curiosamente, esta
simetría también es una propiedad de la estructura microscópica de muchos
materiales cuando se encuentran en condiciones muy especiales, por ejemplo, de
temperatura y presión. En estos casos, además de la simetría de escala, los
materiales exhiben también simetría de traslación y de rotación. Es decir, nada
cambia cuando los trasladamos o les damos vueltas. Ahora imaginemos que
trasladamos, damos vueltas, o cambiamos la escala, de manera distinta en
cada punto del material. ¡Una transformación no precisamente sutil! Solo si
el material tiene simetría conforme, se verá igual después de tal
transformación10. Para haceros una mejor idea, mirad las siguientes
imágenes (figuras 7 y 8):
La simetría conforme
es una propiedad increíblemente restrictiva. Los materiales o sistemas que la
exhiben son tan simétricos, que su comportamiento está muy restringido. En
otras palabras, tienen muy pocas maneras de comportarse de modo que se respete
la simetría. Consecuencia de ello es que, materiales con esta simetría tienden
a comportarse de la misma forma. Por ejemplo, consideremos dos materiales
completamente distintos, tanto de apariencia como de estructura molecular: el
agua y un imán ferromagnético. Cuando estos dos materiales se encuentran a la
temperatura exacta (distinta para cada uno de ellos) donde adquieren simetría
conforme, los parámetros que describen su comportamiento ¡se vuelven
exactamente idénticos! Por ejemplo, les cuesta exactamente lo mismo calentarse
o enfriarse. Y así como el agua y el imán, tantos otros materiales exhiben los
mismos parámetros cuando adquieren esta simetría. Este es un ejemplo muy
gráfico del impacto de la simetría conforme.
La simetría conforme
la encontramos finalmente en las escalas más pequeñas conocidas. Por ejemplo,
la física de los fotones, descrita por la Electrodinámica Cuántica, exhibe
simetría conforme. También la Teoría de Cuerdas se fundamenta en ella. En estos
contextos, es mucho más difícil visualizar los efectos de esta simetría sobre
estos sistemas de partículas o de cuerdas, pero el tratamiento matemático es el
mismo. La simetría conforme pues, lejos de ser una simetría rara exhibida por
algunos materiales en condiciones muy particulares, es una propiedad
fundamental de algunas de las interacciones que la materia experimenta, y a su
vez, una gran herramienta para estudiarlas. Las teorías físicas que describen
sistemas con simetría conforme se llaman teorías conformes, y constituyen un
amplio campo de estudio. Estas teorías son más fáciles de resolver y
desarrollar que otras teorías cuánticas, pues el elevado grado de simetría les
confiere una estructura matemática muy rígida, y por tanto más fácil de
determinar.
Volvamos a la
gravedad. Resulta que la Relatividad General, cuando la consideramos en dos
dimensiones, se vuelve una teoría conforme. Y, además, una teoría conforme muy
conocida en el campo de la física teórica que estudia materiales tales como los
ferromagnéticos mencionados anteriormente, la denominada teoría de Liouville
[2]. La gran ventaja de
esta conexión es que todos los resultados que se conocen de la teoría de
Liouville, así como toda la maquinaria matemática de las teorías conformes, se
ponen automáticamente al servicio de la gravedad.
Así ha sido como, en
los últimos cinco años, se ha conseguido avanzar mucho en el desarrollo de la
teoría de la gravedad cuántica de Liouville. En concreto, se ha conseguido
determinar el espectro cuántico de energías gravitacionales y demostrado que
respeta los principios de la mecánica cuántica, demostrando que la energía
cinética negativa no supone una incompatibilidad fundamental [3]. También se
han podido calcular las denominadas funciones de correlación, elementos
constitutivos básicos de cualquier teoría cuántica con que se determina la
interacción gravitatoria entre partículas [4]. Aunque estos resultados resuelven
solo uno de los obstáculos de la gravedad cuántica, suponen un avance
importante en el desarrollo de una teoría completa, y van a indicar como
proceder en la cuantización de la gravedad en cuatro dimensiones.
Entropía del horizonte cosmológico.
Uno de los sucesos
más recientes de la teoría de la gravedad cuántica de Liouville ha sido el de
proporcionar una de las contribuciones a la expresión matemática para la
entropía del horizonte cosmológico. La gravedad cuántica de Liouville está
equipada para describir un universo en expansión (en dos dimensiones), con el
horizonte cosmológico correspondiente. La entropía total del horizonte en esta
teoría resulta de sumar la entropía asociada a todas las geometrías compatibles
con el espaciotiempo de un universo en expansión.
El primer término en
esta suma corresponde a la contribución de la geometría de la esfera, sigue la
de la geometría de un donut, después la de un donut con dos agujeros, y así
sucesivamente. Cada agujero que añadimos al donut disminuye la contribución a
la entropía. Con la teoría de la gravedad cuántica de Liouville, y usando la
maquinaria matemática de las teorías conformes, se ha podido calcular la
entropía asociada a la geometría esférica, la contribución dominante a la
entropía total [5].
La expresión
resultante para esta entropía es una fórmula matemática que depende de los
parámetros del universo en expansión (como la densidad de energía oscura
originando la expansión) y de constantes físicas fundamentales como la
constante de Newton de la gravedad, la velocidad de la luz, y la constante de
Planck característica de los procesos cuánticos. Esta expresión, por tanto,
engloba relatividad, gravedad y cuántica. Más importante, pero, es la
dependencia exacta que la fórmula exhibe de estos parámetros y constantes, que
involucra funciones matemáticas muy especiales, como los logaritmos o las
llamadas funciones Gamma. Es en la complejidad de esta estructura matemática de
la entropía que se esconden los secretos acerca de los constituyentes gravitatorios
cuánticos del horizonte cosmológico, de la información que quizás allí se
almacena, y posiblemente, del destino de nuestro universo.
Notas:
1 La Electrodinámica Cuántica surgió de combinar la
mecánica cuántica con la teoría de la Relatividad Especial de Einstein.
Esta última, anterior a su teoría de la Relatividad General y que no
incorpora aún los efectos de la gravedad, es la teoría que estableció la unión
entre espacio y tiempo, la velocidad finita de la luz y como esta interacciona
con la materia cargada eléctricamente. Esta teoría, pues, es uno de los
paradigmas de la unión entre los legados de Bohr y Einstein.
2 Para saber más acerca de esta teoría, ver [6].
3 Para un artículo de revisión técnico con muchas
otras referencias, ver [7].
4 Asumiendo que algún día sus predicciones sean
corroboradas experimentalmente.
5 Para entender este punto mejor, recomendamos el
libro de divulgación de Hawking [8], o para algo más técnico pero pedagógico
[16]. Las fuentes originales son [9,10].
6 Evidencia de la expansión primordial nos llega,
entre otras, de la medición del fondo de microondas [11], el baño de ondas de
baja frecuencia emitido poco después de esta expansión y que permea nuestro
universo aún hoy en día.
7 Esto puede resultar confuso: la velocidad con que
se alejan estrellas y galaxias no es la de estos objetos moviéndose en el
espacio, sino la de los puntos del espacio en los que se encuentran. Estos
objetos en realidad están quietos en el espacio. Esta velocidad, por tanto, no
está limitada por la Relatividad Especial a ser menor que la velocidad de la
luz. De hecho, como mencionamos arriba, la expansión del universo se está
acelerando.
8 Nota de los coordinadores: La imagen de Flammarion
está repetida en este libro en dos capítulos de temática distinta y con las
autoras a miles de kilómetros de distancia y sin contacto entre ellas. Las
mantenemos, en los dos capítulos, como buena prueba de la universalidad de la
Ciencia
9 Para aquellos lectores que tengan nociones de
mecánica cuántica, lo que sucede es que este signo negativo de la energía
implica que la probabilidad asociada a las medidas cuánticas no se conserva en
el tiempo.
10 El nombre de esta simetría tiene una explicación:
si cogéis cualquier imagen, la trasladáis, la rotáis o le cambiáis la escala,
la forma de la imagen no cambia, se mantiene conforme.
Referencias:
[1] J. F. Donoghue, "Leading quantum correction to the Newtonian
potential," Phys. Rev. Lett., vol. 72, no. 19, pp. 2996--2999,
1994.
[2] A. M. Polyakov, "Quantum Geometry of Bosonic Strings," Phys.
Lett. B, vol. 103, p. 207–210, 1981.
[3] T. Bautista, A. Dabholkar and E. Harold, "Quantum Gravity from
Timelike Liouville theory," JHEP, vol. 10, p. 284, 2019.
[4] S. Ribault and R. Santachiara, "Liouville theory with a central
charge less than one," JHEP, vol. 08, p. 109, 2015.
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Doctora en Física Teórica.
Posdoctoral Research Associate en King´s College London.
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